Caracas, 14 de septiembre de 2025 (Prensa Mincomunas).- Un grupo de jóvenes de la Empresa de Propiedad Social Indirecta Comunal (EPSIC) Enriquito Colmenarez, ubicada en Sanare, estado Lara, tuvo la oportunidad de participar en el Curso de Desarrollo de Habilidades Sensoriales en Café, dictado por la especialista Mirla Segovia en el laboratorio de la Fundación para la Excelencia del Café Venezolano (FECVE), en La Castellana, municipio Chacao, Caracas.
Esta experiencia se convirtió en un espacio de formación integral que combinó teoría y práctica, permitiendo que los participantes se adentraran en el conocimiento profundo del café y en la valoración de la calidad desde una perspectiva sensorial.




El curso brindó herramientas que invitaron a descubrir la riqueza del café venezolano, destacando la importancia de las habilidades olfativas para identificar notas sutiles y comprender cómo cada perfil aromático aporta singularidad a la bebida. Los ejercicios de cata sensibilizaron a los asistentes en torno a la fragancia, el aroma y la intensidad, promoviendo una mirada más consciente hacia los procesos que garantizan la excelencia en cada taza.
Para los jóvenes de la EPSIC Enriquito Colmenarez, la experiencia significó no solo el acceso a conocimientos técnicos, sino también la oportunidad de valorar el esfuerzo que conlleva la cadena productiva del café, reconociendo la necesidad de mantener altos estándares en cada etapa de su elaboración. Cada sorbo, cada nota aromática y cada ejercicio de percepción despertó en ellos la motivación de continuar aprendiendo, entendiendo que el café es un universo amplio que exige dedicación, formación constante e indagación rigurosa para alcanzar la excelencia que caracteriza a los productores de Sanare y de toda Venezuela.
Herencia cafetalera que trasciende generaciones





Juan Carlos Colmenarez, de 30 años, trabajador del área de Control de Calidad de la EPSIC Enriquito Colmenarez, lleva consigo una pasión que nació hace tres generaciones y que hoy comparte con sus propios hijos y esposa. Su historia con el café no es reciente ni casual, sino el fruto de una tradición familiar que convirtió la siembra y el beneficio del grano en un legado vivo.
Decidió estudiar ingeniería agroindustrial con el propósito de aplicar esos conocimientos en su finca, perfeccionar cada etapa del proceso y transformar el café en subproductos y bebidas de especialidad que representen la excelencia de su tierra.
En el Laboratorio de FECVE Juan Carlos no pudo ocultar la sorpresa ya que nunca imaginó que un espacio de tanta relevancia estuviera situado lejos de las regiones cafetaleras y que, además, ofreciera instalaciones de tal magnitud y calidad. Esa impresión inicial se convirtió en la puerta a una experiencia que, más allá de lo académico, reforzó su convicción de que el café es un universo en constante aprendizaje.
Para él, cada módulo del curso de Desarrollo de Habilidades Sensoriales tuvo un valor particular, ya que tanto la teoría como la práctica le recordaron que, aunque creció rodeado de cafetales y ha dedicado años a estudiar la agroindustria, siempre hay nuevas perspectivas por descubrir. Uno de los momentos que más lo cautivó fue el ejercicio de cata en el que identificó aromas florales, notas que reflejan procesos bien llevados y ambientes de cultivo cuidados con precisión.
Su mirada sobre la calidad se consolidó con un aprendizaje clave: estandarizar los procesos de cultivo y mejorar el manejo postcosecha es esencial para que el café de tipo uno mantenga su excelencia. Ahora, con una visión más clara, reconoce que la relación entre cada etapa de producción y la calidad final es directa y exige atención constante en los detalles.
Expresó que, el desarrollo de habilidades olfativas no es un simple ejercicio sensorial, sino una herramienta práctica para reforzar el control de calidad con mayor rigor y eficiencia.
Convencido de que los caficultores deben apoderarse de la cadena productiva, Juan Carlos defiende la importancia de aprovechar los residuos del cultivo para generar subproductos y diversificar el destino del café hacia distintas industrias. Considera que el verdadero valor de una taza de café no radica solo en cumplir estándares internacionales, sino en ofrecer al consumidor una bebida sana, amigable con el ambiente y con una calidad excepcional.
La curiosidad de una nueva generación cafetalera

A sus 18 años, Alirio David Escalona García representa la fuerza joven de la EPSIC Enriquito Colmenarez, pues desde niño creció en una comunidad caficultora, rodeado de historias de siembra, cosecha y beneficio, pero lo que más lo distingue de otros jóvenes es su curiosidad inagotable y el deseo constante de aprender. Cuando se le presentó la oportunidad de capacitarse en el laboratorio de la Fundación para la Excelencia del Café Venezolano, no dudó en aceptarla, convencido de que el conocimiento es la mejor herramienta para abrirse camino en un oficio que honra su origen y al mismo tiempo lo proyecta hacia nuevas metas.
Al llegar a las instalaciones de la FECVE, Alirio quedó impresionado por el ambiente profesional y la tecnología dispuesta en cada rincón. La maquinaria, el orden y la adecuación de los espacios le transmitieron confianza y entusiasmo, motivándolo a aprovechar cada instante de la capacitación. Considera que tanto la teoría como la práctica fueron fundamentales, pero confiesa que la dinámica práctica lo cautivó más por su carácter didáctico y por la manera en que le permitió poner en acción lo aprendido.
Uno de los momentos que más lo marcó fue descubrir el contraste de fragancias, entre ellas el fenol, que le resultó chocante, lo cual reforzó en él la idea de que el café no solo se percibe por el gusto, sino también por la capacidad de distinguir matices, defectos y virtudes a través de los sentidos. Esa revelación lo llevó a comprender que el control de calidad es la única forma de garantizar un producto con aroma, sabor y valor diferenciados, además de proteger al consumidor de posibles contaminantes.
Su interés en el tema se profundizó al entender que el desarrollo de habilidades olfativas no es un simple ejercicio, sino un recurso indispensable para detectar defectos y reconocer la calidad del café de especialidad, que se distingue por la presencia mínima de imperfecciones y por el tamaño de sus granos, muy superior al de un café tipo cinco. Alirio explica con claridad que una mala nutrición de la planta puede generar defectos como la aljorra, que luego se convierte en pasilla o en granos negros, bajando la calificación y restándole valor al producto final.
Más allá de la técnica, reconoce que la calidad tiene dimensiones personales, éticas y económicas, pues para él, entregar una taza de café óptima significa ofrecer una bebida sana, cumplir con normas internacionales, cuidar la reputación de quien produce y, al mismo tiempo, acceder a mercados más exigentes que aprecian los cafés de especialidad. En sus palabras, la meticulosidad en cada detalle del proceso es la forma más segura de elevar la calidad, incrementar el valor y abrir nuevas oportunidades comerciales.
Aunque Alirio decidió tomar un año sabático tras culminar el bachillerato, sueña con estudiar arquitectura en la universidad. Trabajar en la torrefactora y formarse en control de calidad le ha permitido comenzar a construir ese futuro, con la certeza de que el café no solo es una herencia de su comunidad, sino también un camino para alcanzar sus metas personales.
La experiencia de formación en el laboratorio de la FECVE deja en claro que la juventud cafetalera de la EPSIC Enriquito Colmenarez no solo está dispuesta a heredar la tradición, sino también a innovar y perfeccionar el oficio con disciplina y pasión. La apuesta por la calidad, la estandarización de procesos y el compromiso con la excelencia abre el camino para que el café de Sanare no solo conserve su prestigio en Venezuela, sino que también conquiste con orgullo y autenticidad las mesas del mundo.
