“En las raíces del pueblo venezolano hay fundamentos para una vida comunal”

Caracas, 5 de agosto de 2025 (Prensa Mincomunas).- “Para que exista un Estado comunal, las relaciones comunitarias son ineludibles. Y para que existan las relaciones comunitarias, necesitamos ser seres comunitarios”. Así lo enfatizó la politóloga Zenobia Marcano Córdova, en el programa radial “En clave comunal”.

En su planteamiento, la profesora aseguró que en las raíces del pueblo venezolano hay fundamentos para una vida comunal.

“Somos seres solidarios, seres que amamos estar juntos y juntas, seres muy gregarios, seres filiales. Convertimos a un perrito o un gatito en parte de nuestra familia; a nuestros compañeros de trabajo, a nuestros compadres y nuestras comadres. Nos gusta hacer familia extendida. Nos gusta practicar la solidaridad cuando hay una situación de escasez. Por ejemplo: compartimos, hacemos trueques, intercambiamos recetas. Lo hemos vivido, lo hemos hecho. No se trata solamente de valores que tenemos en nuestras raíces, sino que —en la práctica, ante todos los desafíos que se nos han presentado— hemos sido así. Hemos creado recetas, como las croquetas de lentejas que compartíamos en el trabajo. Nos hemos unido cuando hace falta. Ese también es uno de nuestros valores: nuestras prácticas ancestrales que nos permiten crear, crearnos, recrearnos como seres comunales y crear, recrear ese Estado comunal”, dijo Marcano Córdova, en conversa con la comunicadora y moderadora del programa Nerliny Carucí.

No obstante, alertó que en la subjetividad colectiva conviven, en disputa, tanto las imposiciones del modelo burgués como las raíces solidarias de los pueblos.

“Somos un pueblo en ese esfuerzo común por hacer justicia, por hacer más humana a la humanidad, por construir socialismo comunitario, por hacer el bien común. Eso somos. Eso lo llevamos en nuestras raíces. Por ello digo que, para ser seres verdaderamente comunitarios —para problematizar quiénes estamos siendo—, debemos recordar no solo lo que nos impone la burguesía, sino también nuestras raíces; tomar conciencia de que ambas dimensiones conviven en nuestra subjetividad y están en disputa”, explicó.

Herencia milenaria frente a la modernidad

Ante la pregunta de la periodista Nerliny Carucí sobre cómo se gestiona la contradicción entre nuestra raíz originaria y la subjetividad moderna, el sociólogo Héctor Gutiérrez propuso accionar concretamente el preámbulo constitucional, que reconoce el carácter pluricultural y multiétnico de la nación.

“Yo creo que, al poner en práctica —y convertir en algo concreto y palpable— el preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en lo referente a lo pluricultural y multiétnico, estaríamos evitando que ese texto se quede como papel mojado. Se trataría, más bien, de una práctica viva y de un reconocimiento concreto en cada territorio, en cada comuna. Porque allí confluyen, además de los 67 pueblos indígenas, otros pueblos provenientes de África. Toda una diversidad que contiene memoria, y que, cuando comenzó a gestarse el proyecto bolivariano, confluyó en la Constitución del año 1999. En ese sentido, el reconocimiento histórico del que hablaba Chávez —la deuda histórica y la deuda social, como él las llamaba— apunta a los pueblos que han venido luchando y que gestaron el proceso bolivariano que hoy seguimos construyendo”, recordó.

En tal sentido, el investigador situó las prácticas ancestrales como ejes de una subjetividad colectiva capaz de enfrentar las imposiciones modernas: los cumbes y cimarroneras afrodescendientes, los convites, las cayapas, el trueque, el conuco.

“Esa subjetividad moderna que estamos poniendo en cuestión no alcanza ni los 600 años, mientras que nuestra historia —colectiva, ancestral—, donde hemos aprendido a hacer muchísimas cosas en comunidad, es milenaria. Es la historia de la gente que hace conuco, que se levanta de madrugada para sembrar y practicar la rotación de cultivos; la historia de quienes cuidan los manantiales y los cuerpos de agua; la historia de quienes aún construyen con adobe, y donde hay que pisar ese barro en colectivo”, subrayó.

Citó a Hugo Chávez, quien habló del indosocialismo en el Aló, presidente (teórico) n.° 1 y reivindicó la historia insurgente como fundamento de todo proyecto comunal.

“Él [Chávez] sabía que esa es nuestra historia. Y esa historia —una historia insurgente, una historia de descolonización— implica quitarnos de encima lo que la colonia nos impuso. Es una historia de reconocimiento de lo colectivo, de lo comunitario, que convive en las casas de alimentación, en la crianza colectiva entre mujeres, en el cuidado durante las tragedias. Es decir: esa raíz la tenemos viva. Y una manera de enfrentar esa dualidad —y que denunció el sociólogo descolonial Ramón Grosfoguel— poniendo en primer lugar esa raíz, para decir: esta modernidad no va a vencer el espíritu milenario que tenemos. Y para lograr que prevalezca, primero tenemos que reconocerlo y valorarlo”, afirmó.

Crianza colectiva

Zenobia Marcano Córdova, coordinadora de la maestría en Educomunicación en la Universidad Experimental Simón Rodríguez, retomó el pensamiento del filósofo boliviano Rafael Bautista para subrayar que la comuna no es una estructura fija, sino un proceso vivo de crianza colectiva.

“La comuna se hace, se cría, se va construyendo día a día. Y en esa crianza —como cuando crías a un niño o una niña— vas discutiendo, vas problematizando, vas preguntando y vas reflexionando el mundo. Entonces, nosotros, como comuneras y comuneros, tenemos la responsabilidad de colocar todos estos temas en la reflexión cotidiana”, puntualizó.

Recordó que Hugo Chávez siempre habló de dos modelos antagónicos en disputa, y que la Revolución exige cuestionarlo todo.

“Chávez fue un maestro. En todos los Aló, presidente, nos hablaba de dos modelos antagónicos. Y en esa disputa, en esa reflexión, nos invitaba a hacernos preguntas. Por ejemplo, nos decía: ‘Es que siempre ha sido así, y seguirá siendo así, siempre haciendo así…’. Pero uno tiene que preguntarse si eso puede cambiar, si eso puede transformarse. Esa es la invitación que nos hace Chávez, y esa es la invitación que nos hace la Revolución: cuestionarlo todo, preguntarnos todo, ponernos todo en duda, y —sobre todo— tener conciencia histórica”, reflexionó.

Para la profesora en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, esa conciencia implica vincular pasado, presente y futuro. “Por ejemplo, ahorita estamos haciendo mapas de sueños, y en esos mapas uno tiene que meter al pasado y al presente. O sea, el futuro —lo que construimos en el presente— tiene una vinculación con el pasado. Entonces, teniendo conciencia histórica de por qué han pasado las cosas, llegando a las causas, llegando a las razones de por qué no llega el agua a la comunidad, por qué —por ejemplo— seguimos botando basura en la esquina donde no deberíamos hacerlo, por qué hay deslaves de agua cada cierto tiempo, o sea, ¿por qué? Hay que llegar a las causas. Estamos deforestando las cabeceras, estamos descuidando las nacientes de agua, estamos repitiendo valores egoístas que no nos permiten ver que, si coloco la basura en un lugar indebido, estoy afectando a los demás. Es ese cuestionamiento permanente, cotidiano, en colectivo: ¿qué tenemos que hacer? Eso, para mí, es la educación popular. Eso es la educomunicación en comuna. Ese es el papel de una revolución en formación permanente, en crianza permanente”, alegó.

Identidad comunitaria frente al ego moderno

Sobre la ruptura que debemos tener con esa lógica que nos ha hecho sentir que no somos parte de la naturaleza, el investigador Héctor Gutiérrez afirmó que todo supone una crianza mutua.

“Es muy difícil no verse parte de la madre tierra, porque, si no tuviéramos un entorno que nos cuida, ya habríamos perecido. Tenemos un agua que debe estar limpia, un aire que debe estar limpio, una tierra que debe estar limpia. Y todo eso supone una crianza mutua. ¿Por qué? Porque, si contaminas el agua, luego te mueres: no tienes agua para beber. Si contaminas la tierra, no vas a tener comida; también te vas a morir por falta de alimento. Y lo mismo ocurre con el aire”, manifestó.

Gutiérrez alertó sobre las consecuencias de la contaminación y el deterioro ambiental. “Hay pueblos de este planeta donde la gente para desplazarse tiene que ponerse mascarillas ante los altos niveles de contaminación”, comentó.

En contraste, reivindicó que en Venezuela aún se conserva “bastante verde”, gracias a una costumbre ancestral que concibe el territorio como un ser vivo.

“Aquí todavía tenemos bastante verde, y eso explica por qué, en ciertas temporadas altas, viene un montón de gente de todos los lugares del mundo. Porque, en aquellos lugares de donde vienen, lamentablemente esta misma modernidad los llevó a destruir lo verde que tenían. Y lo viven como una especie de nostalgia, en cuanto tienen una oportunidad, se vienen para acá. Entonces disfrutan de lo que nosotros hemos podido cuidar, gracias a esa costumbre ancestral de considerar el territorio como algo vivo. Un territorio en el cual, al cuidarlo, también nos estamos cuidando —cada una y cada uno— de quienes convivimos aquí”, reseñó.

Aseguró que el problema que enfrenta la humanidad es el “ego moderno”: una subjetividad individualista que se coloca por encima del colectivo, que instrumentaliza a las demás personas como objetos para su beneficio.

“Ahí radica el capitalismo, en la falta de empatía, en el individualismo que te lleva a no pensar en las consecuencias de lo que haces, mientras que la cultura nuestra viene de otros parámetros no occidentales”, distinguió.

Comunidad de vida

La profesora universitaria Zenobia Marcano manifestó que la comunidad de vida es reconocer que la vida depende de todas y todos, no solo de los seres humanos.

“Una de las categorías que nos sirve, que nos ayuda en nuestro proceso de crianza de la comunidad y del Estado comunal, es la categoría que nos viene de la Escuela Descolonial Comuna o Nada: comunidad de vida. Cuando Rafael Bautista y Juan José Bautista nos hablan de comunidad de vida, nos hacen pisar tierra y situarnos en que la vida depende de todas y todos —entendiendo que ‘todas y todos’ no somos solamente los seres humanos, sino que incluye a la Pachamama”, reafirmó.

Marcano invitó a reflexionar sobre la interdependencia con el entorno. “¿Cómo podríamos vivir sin agua? Si hacemos el ejercicio de aguantar la respiración, vemos que sin aire tampoco podemos vivir. Entonces, desde cosas muy sentidas —desde nuestro cuerpo, desde nuestra vida— podemos experimentar ese concepto de comunidad de vida: saber que no podemos sobrevivir aislados de la Pachamama. Tenemos que cuidarla a ella, tanto como ella nos cuida a nosotros”, expuso.

Para Marcano, este vínculo no puede quedar fuera de los proyectos comunales. “Y eso nos lleva a otro desafío como comunidad: cómo incluimos en nuestros proyectos, en nuestros sueños, en nuestros horizontes comunales a la Pachamama. Tenemos que volver a nuestras raíces. Se trata de criar la comunidad desde nuestras sabidurías ancestrales”, planteó.

El cuerpo humano es un órgano comunal

Ante la pregunta de un radioyente sobre el enfrentamiento del ser humano contra la “naturaleza”, provocado por el sistema civilizatorio moderno, el sociólogo Héctor Gutiérrez propuso una reflexión que parte del cuerpo como territorio.

“Creo que es importante tomar en cuenta varias cosas. La parte más cercana que tenemos de lo que es la madre tierra —y que algunas personas en Europa llaman ‘naturaleza’— es nuestro propio cuerpo. En el pensamiento indígena aymara hay quienes sostienen que el cuerpo es un órgano comunal. Y que una planta también lo es, porque todas las células de esa planta —o de nuestro cuerpo— están organizadas para cumplir distintas funciones: no están peleando entre ellas. Es decir: ya tenemos una experiencia de relación con nosotros mismos. Y esa conexión con uno mismo, con una misma, ya es un principio de empatía. Porque, si uno siente que está contaminado, empieza a enfermarse, y busca la causa de ese desequilibrio. Y muchas veces encuentra que es el propio sistema de vida —con todo el consumismo que nos impusieron— el que nos está envenenando, incluso con lo que comemos”, evidenció.

Frente a ello, Gutiérrez reivindicó las soluciones tecnológicas propias, como las impulsadas por Fruto Vivas, que permiten satisfacer necesidades humanas sin destruir la naturaleza no humana.

“Hay soluciones tecnológicas propias que es importante reivindicar. No solamente las está desarrollando “La Inventadera”; también lo hizo Fruto Vivas. Hay muchas experiencias tecnológicas que son amables con la naturaleza, y podemos satisfacer las necesidades humanas elementales sin necesidad de destruirla, mientras vamos creando un tránsito hacia un uso más responsable y consciente de las tecnologías modernas que empleamos”, refirió.

También reconoció la importancia del saber popular para respetar los ciclos de vida. “Lo mismo pasa con el mar: tú no puedes ir a pescar un pez que todavía ni siquiera ha crecido —y mucho menos si es una hembra—. Tienes que esperar que la misma naturaleza permita su desarrollo. En el saber popular, las abuelas y los abuelos te dicen: ‘Esta es la temporada en la que se puede pescar este tipo de pescado, a esta edad’. Y eso permite la regeneración de ese pez. Lo mismo pasa con las plantas: no vas a andar arrasando. A veces uno ve la inconsciencia de la gente que, de repente, te vende una semilla de alguna fruta y tú dices: ‘¡Pero esta está verde! ¿Cómo pudieron recolectar esa cosecha?’”, señaló.

Insistió en no violentar los ciclos de vida de la madre tierra: “Hay que ver la luna, hay que ver las estaciones; que podamos acoplarnos a una especie de sincronía, a un saber donde no violentemos los ciclos de toda la madre tierra. No violentar a la naturaleza es no violentarnos a nosotros mismos. O sea, ahí está el diálogo”.

En este contexto, Héctor Gutiérrez colocó el tema del acceso al agua como ejemplo. Denunció el modelo capitalista como responsable del aumento de las temperaturas en ciudades como Caracas.

“Para que haya agua, tiene que haber bosque. Entonces, no podemos andar destruyendo los bosques que están en la comunidad. ¿Quién, hoy en Caracas, no se da cuenta de que la temperatura subió? ¿Quién no ha comprado un aire acondicionado, un ventilador, porque no se aguanta el calor? Pero Caracas, cuando yo era niño, tenía neblina. La temperatura subió por culpa de ese modelo capitalista, destructor y depredador. Pero eso no es irreversible. A pesar de que hay estudios que dicen que ya nos pasamos los límites, hay que volver a sembrar bosques, a sembrar cuencas… y hacer que el clima se vuelva más fresco. Pero sobre todo hay que cambiar el modelo de vida”, comentó.

Para ello, propuso un enfoque orientado por la sabiduría comunitaria: “Hay que hacerlo con criterio de las abuelas y los abuelos, que saben cuáles son los árboles de cada territorio. Es decir: cómo ha sido la historia ecológica de esa comuna”. Destacó que rescatar las especies autóctonas —afrodescendientes, indígenas y propias del lugar— es también un mandato legal, plasmado en la Ley de Semillas.

Sembrar vida desde el territorio

En la segunda mitad del programa “En clave comunal”, la periodista Nerliny Carucí preguntó “¿cómo enfrentar desde los territorios una revolución tecnológica que, según maestros descoloniales, tiene efectos tan profundos como los de la revolución industrial y coloniza no solo nuestras subjetividades, sino también nuestros sueños y aspiraciones?”.

A partir de esta interrogante, la comunicadora popular Zenobia Marcano Córdova retomó el principio de que hay dos modelos en disputa. “De eso se trata una revolución: cambiar un modelo y construir el otro”, afirmó. Recordó a Chávez para señalar que aún no ha terminado de morir lo viejo ni ha nacido por completo lo nuevo.

“Es urgente que nosotras y nosotros nos asumamos como revolucionarios, como guerreras y guerreros en una lucha contra un modelo, contra un proyecto civilizatorio de muerte. Nosotras y nosotros estamos creando esos sueños para la vida. Y eso implica pensar muchas cosas que antes no habíamos pensado”, enfatizó.

Manifestó que esa transformación requiere volver al territorio: preguntarnos por el agua, la flora, la fauna y las relaciones comunitarias para sostener la vida. Zenobia llamó a cultivar la autoconciencia colectiva, y reconoció que no estamos solos: el proceso de creación de nuevos sueños se teje con saberes indígenas y originarios de otros continentes.

Zenobia Marcano Córdova resaltó, además, que debemos asumir la comunicación para la vida, aquella que se arraiga en la conversa: en ese diálogo profundo con las abuelas y los abuelos.

Por su parte, el sociólogo Héctor Gutiérrez afirmó que la conversación no es solo entre humanos, sino también con todos los seres de la madre tierra, y que ese vínculo puede proyectarse incluso a través de medios digitales si se usan con intencionalidad para la vida.

“Es interesante cuando se le da un uso propositivo, y ahí entra el tema de los sueños. Cuando tú quieres la vida, tú construyes y creas para la vida —incluso contenidos. Por ejemplo, en lo que sería la radio, la internet, la televisión y todos los medios modernos, tú puedes introducir cambios para que este medio no sea un medio para una queja permanente de 24 horas, para una discusión destructiva y llena de odio, sino todo lo contrario”, planteó.

Insistió en la necesidad de compartir las historias comunales. “Necesitamos reconstruir las memorias largas de nuestros pueblos; ver los ejemplos comunales que suceden en los territorios; mostrar la gente que está haciendo bien las cosas y poder compartir esa buena nueva: que sí está avanzando el proceso —con todas sus contradicciones—, pero está avanzando en el sentido de los sueños para la vida”, declaró.

Mapas de sueños

En sus palabras finales, Zenobia Marcano Córdova invitó a ampliar el horizonte de los “mapas de sueños”, integrando en ellos a los árboles, los ríos, los pájaros, las mariposas y a toda la Pachamama.

A su vez, Héctor Gutiérrez planteó que, al problematizar desde la conciencia, se pueden identificar las causas reales de los conflictos territoriales, y desde ahí construir colectivamente alternativas para superar el capitalismo moderno.

Visualizó una propuesta territorial que articule feminismo, ecosocialismo y soberanía popular, dentro del marco del socialismo comunitario, en diálogo con los pueblos del mundo que también luchan por la vida.

Redacción: José Tomedes Gutiérrez

Comparte en redes sociales