Caracas, 22 de julio de 2025 (Prensa Mincomunas).- “Comunalizar el poder significa que la Comuna no sea únicamente un espacio de producción económica, sino que, poco a poco, se constituya como Estado”. Así lo apuntó el sociólogo descolonial puertorriqueño Ramón Grosfoguel, en la edición N.° 64 del programa radial “En clave comunal”.
“Lo que se busca, al comunalizar el poder, es que la Comuna se convierta en ese espacio en el cual el pueblo decida por sí mismo lo que hoy deciden las estructuras del Estado. Es decir: que el poder comunal vaya, poco a poco y en un proyecto de largo plazo —esto no se logra de la noche a la mañana—, reemplazando las decisiones que toma el Estado”, añadió el maestro descolonial.
Refirió que, en Venezuela, la idea de comunalizar el poder significa que el pueblo tiene, no cada cuatro años, sino continuamente, la posibilidad de decidir él mismo sobre el quehacer político del día a día de su comunidad y de su pueblo. “Es decir: estamos hablando de una democracia que acompaña a la democracia representativa, pero que, a su vez, la radicaliza, porque es una manera también de hacerle llegar a los representantes electos el sentir del pueblo: lo que el pueblo desea, lo que el pueblo demanda como parte de sus intereses”, explicó Grosfoguel.
Ramón Grosfoguel reiteró que no se trata de suplantar el Estado, por completo, de manera inmediata, sino de transformar sus engranajes poco a poco, hasta que cada espacio de toma de decisiones sea habitado por las voces colectivas.
“Un Estado comunal, un Estado donde el pueblo decide por sí mismo el quehacer de todos los días —sea, por ejemplo, el quehacer económico, político, industrial o cultural—. En otras palabras: todos los ministerios tendrían que comunalizarse; todos tendrían que estar en manos del poder comunal para decidir la política del gobierno a escala nacional”, manifestó.
Subjetividad descolonial
En su conversa con la periodista Nerliny Carucí, el puertorriqueño Ramón Grosfoguel enfatizó que la transformación comunal del Estado no puede quedarse en lo estructural. Aseguró que, para que las comunas funcionen como espacios auténticamente democráticos y emancipadores, es imprescindible un cambio en la conciencia de las personas.
“El poder comunal no solamente debe ser un espacio de producción económica y de decisión política. Esa transformación es necesaria, pero no suficiente; porque fácilmente puede ocurrir que se transforme la estructura, pero las mentalidades, la subjetividad, los deseos de la gente sigan incrustados en la vieja lógica colonial y capitalista. Que, entonces, en lugar de decidir a partir de criterios que beneficien a la mayoría —aun con las mejores intenciones del mundo—, estemos decidiendo cosas como: ‘yo quiero consumir más’, ‘yo quiero tener más’, en lugar de transformar nuestros valores y nuestras maneras de pensar de forma comunitaria. Que, cuando tomemos decisiones políticas o económicas, sea siempre pensando en la colectividad, en servir al pueblo, no en servirme a mí”, reflexionó.
Advirtió que, si en el nuevo Estado comunal no se cambian los valores, la ideología, las actitudes, eso puede terminar reproduciendo de nuevo las lógicas contra las que se está luchando. “Se corrompe la propia estructura que has hecho y construido; se corrompe, porque entonces empieza la pelea de egos, la división: una comuna que se ve en competencia con otra comuna, en lugar de verse como complementarias y preguntarse cómo coordinar una con la otra, cómo intercambiar para el beneficio de ambas. Pues se ven como competencia, y entonces comienza la ley de la selva: otra vez, la competencia del mercado —por quién vende más, quién gana más—, ahora desde la comuna. ¡Imagínate tú!”, expresó.
El pensador descolonial dijo que esto puede ocurrir igualmente en las decisiones políticas; es decir: terminar decidiendo asuntos que no responden al servicio del pueblo ni de la colectividad, sino a los intereses individuales dentro de la comuna, incluso en contraposición con los de otras comunas.
“Así no se construye un proceso comunitario y comunal. Si no descolonizamos nuestras maneras de ser y estar en el mundo, nuestras formas de pensar, nuestras formas de vivir en el mundo, porque, si nuestra forma de vida es la forma capitalista, en la que vivir bien significa consumir más, entonces estamos otra vez en la ley de la selva —ahora desde la comuna—. Porque ahora vamos a trabajar para ver cómo consumimos más, cómo tenemos más objetos mercantiles que podemos adquirir. Entonces, no estamos pensando en cómo vamos a mejorar nuestras condiciones de vida, cómo vamos a mejorar nuestra relación con la naturaleza, cómo vamos a respirar aire limpio —que, en lugar de contaminar nuestros pulmones, los oxigene—, o sea, cómo vamos a cambiar este modo de vida en el que estamos, que es destructivo de la vida. Porque es una civilización [la occidental] que se ha construido sobre una lógica destructiva de la vida”, expuso.
Ramón Grosfoguel insistió en que no solo es cambiar las estructuras hacia un proyecto comunitario y comunal: “Hay que también cambiar nuestros valores, nuestra subjetividad, nuestras mentalidades”.
Mandar obedeciendo
El sociólogo descolonial Ramón Grosfoguel citó el pensamiento del comandante Chávez, quien reconoció la sabiduría de los pueblos originarios sobre la gobernanza.
“El comandante Chávez lo entendió muy bien. O sea, fíjate: en las formas democráticas liberales occidentales —las que hemos heredado de la Cuarta República, y desde más atrás, de la Tercera—, se trata de un modelo europeo de democracia que hemos importado a América Latina. Es una forma eurocéntrica. En esa forma, el que manda manda mandando; es decir: el que manda no obedece a la comunidad, y el que obedece no manda. Es una democracia donde una minoría decide por la mayoría. Entonces, ¿qué democracia es esa, si se supone que la democracia consiste en que decide la mayoría? En toda democracia se asume que la mayoría decide. ¿Cómo es posible que tengamos una democracia en la que una minoría decide por todo el mundo? Ese es el tipo de democracia que hemos heredado: una forma que viene de Europa, y que hemos repetido e imitado en América Latina”, señaló.
Frente a esto, Ramón Grosfoguel reivindicó la lógica del mandar obedeciendo, presente en las formas organizativas de los pueblos indígenas.
“En los pueblos originarios hay una idea de democracia muy diferente: el ‘mandar obedeciendo’. Es decir: la comunidad se organiza, y los líderes electos deben mandar obedeciendo a la comunidad. No pueden mandar simplemente porque les da la gana o porque tienen intereses separados del colectivo. Deben obedecer a la comunidad; y, en el momento en que la desobedezcan, son revocados y se elige a otros para liderar. ¡Esa es la democracia! Y esa lógica es muy distinta a la de la democracia liberal occidental que hemos heredado, donde —casi siempre— una minoría manda sobre la mayoría, y a eso se le llama democracia”, subrayó.
En esta perspectiva, afirmó que el poder se convierte en servicio, y la democracia deja de ser ajena para asumir una forma de vida arraigada en el bien común. “Es una forma de democracia que debemos imitar e incorporar en los procesos de organización comunal y comunera, porque permite una simbiosis entre los líderes, la comunidad y la gente. Es una simbiosis, una imbricación en la que el líder ya no decide por la comunidad ni por sí mismo, sino que actúa en función de lo que la comunidad decidió. Y, desde ese momento, debe obedecer ese mandato”, comentó.
La Comuna como germen civilizatorio
Ante la pregunta “sobre cómo se materializa la voz de la madre tierra en la lógica de mandar obedeciendo a la comunidad”, el maestro descolonial Ramón Grosfoguel ubica a la Comuna en un horizonte triple: como motor del socialismo bolivariano, como núcleo de una nueva civilización, y como frente de resistencia ante el imperialismo.
“La Comuna contiene elementos que configuran el horizonte del socialismo bolivariano: es la que va a crear la nueva sociedad, más allá del capitalismo. Es también un nuevo proyecto civilizatorio, porque propone una nueva manera de relacionarse los seres humanos entre sí, y también con otros seres vivos —lo que hemos llamado naturaleza—. Además, es un espacio de resistencia frente a las agresiones imperialistas. En caso de una escalada militar, será el poder comunal —la producción comunal— el que genere los insumos necesarios para que la vida siga adelante y la resistencia se organice de manera efectiva y eficiente contra el imperialismo”, opinó.
El pensador puertorriqueño recordó que, para los pueblos originarios, la comunidad está compuesta por los seres humanos que habitan un territorio; por los seres vivos no humanos que cohabitan ese mismo espacio —es decir: la naturaleza no humana—; y por los ancestros, que representan la memoria de la comunidad. “La Comuna, de alguna manera, debe descolonizarnos de la idea de que la naturaleza es un objeto, que podemos utilizar para la producción o para la reproducción de la vida humana; es decir: sin tener en nuestra racionalidad la reproducción de la vida”, resaltó.
Para avanzar en la construcción comunal, insistió en que no se puede seguir replicando tecnologías que destruyen la vida. “No podemos generar tecnologías de producción —como lo ha hecho el sistema capitalista durante 500 años— que, en lugar de reproducir la vida, la destruyen. Por eso, no podemos construir comuna reproduciendo esas mismas lógicas destructivas, porque terminaríamos destruyéndonos a nosotros mismos. Si volvemos, ahora desde la Comuna, a seguir viendo la naturaleza como objeto —y no como sujeto, como ser vivo—, y no cuidamos que la naturaleza se reproduzca en los procesos de producción en los que estemos insertos, lo que vamos a hacer es destruir toda la vida que nos rodea y esa destrucción acabará también con nosotros”, acentuó.
En tal sentido, Grosfoguel llamó a descolonizar el pensamiento y la práctica comunal. “La Comuna tiene que ser el germen de un nuevo proyecto civilizatorio que tenga allí como centro la reproducción de la vida en su sentido amplio, que incluye no solamente la vida humana, sino la vida no humana”, recalcó.
Esta visión exige que la forma de producción esté atravesada por una racionalidad ecológica, no destructiva, sino cuidadora. “Cuando trabajamos y producimos —aunque se trate de una industria comunal— debemos cuidar que lo que estamos haciendo y las tecnologías que estemos implementando contengan la racionalidad de la reproducción de la vida, y no sean tecnologías destructivas de la vida”, aconsejó.
El vivir bien como ruptura civilizatoria
Sobre la crisis ambiental global, Ramón Grosfoguel denunció que la civilización moderna/capitalista no ha tenido los cuidados necesarios para reproducir la vida; al contrario —señaló— es una civilización de muerte que ha llevado a la humanidad a un callejón sin salida, porque está destruyendo la ecología del planeta.
“Esto no es cambio climático: esto es destrucción de la vida ecológica planetaria. Eso es lo que estamos viviendo. Por eso, requerimos una transformación urgente, porque —de lo contrario— la vida en el planeta, y especialmente la vida humana y no humana, tendrá los días contados en la Tierra. Esto requiere de un cambio en nuestra subjetividad, en nuestras maneras de cómo nos relacionamos, las formas de vida, de que el vivir bien no es consumir más, no es tener más”, observó.
Para el sociólogo puertorriqueño, el vivir bien implica vivir con dignidad, modestamente, pero en comunidad. “Para vivir bien no se necesitan quince aparatos electrodomésticos, ni consumir cada día algo nuevo, ni comprar constantemente. Vivir bien es vivir en felicidad, en comunidad, al servicio del pueblo; es vivir de manera modesta, pero con dignidad. Dicho de otro modo: que las necesidades humanas sean satisfechas. No se trata de destruirlas, ni de exacerbarlas hasta el punto en que se vuelvan destructivas para la vida misma, sino de ponernos al servicio de esas necesidades, con moderación, respetando la vida que nos rodea y respetando su reproducción”, alegó.
Grosfoguel insistió en que la comunidad debe incluir tanto a los seres humanos como a los seres vivos que la rodean. “Si los destruimos, nos destruimos a nosotros mismos. Tan sencillo como eso”, puntualizó.
Repensar el poder político
En respuesta a uno de los oyentes de Radio Nacional de Venezuela (RNV), Ramón Grosfoguel abordó el desafío de descolonizar las estructuras partidarias.
“Es un gran desafío, porque la verdad es que, en general, los partidos políticos en el mundo moderno están casi siempre al servicio de unas élites. Se trata de construir un partido que esté al servicio del pueblo, que exista para servir al pueblo —no para dominarlo, no para explotarlo—, sino para atender sus necesidades, escuchar al pueblo, participar, pensar junto y con el pueblo. No se trata de pensar por el pueblo, ni de sustituirlo, ni de decidir en su nombre, sino de decidir junto y con él, de aprender del pueblo. Es decir: debe existir una relación en la que el partido esté al servicio del pueblo, al servicio del proceso comunal, y no al revés”, declaró.
Recordó que, en el socialismo del siglo XX, uno de los grandes errores fue que “el partido se convirtió prácticamente en un aparato institucional que decidía por el pueblo, que se imponía sobre el pueblo, que no lo consultaba, que no lo escuchaba, que no pensaba junto y con el pueblo. Por eso, es necesario dar un giro descolonizador a la práctica política y a la organización de los partidos”, apuntó.
En ese contexto, Grosfoguel refirió palabras de Hugo Chávez: “No podemos permitir que el Partido decida por la Comuna. No podemos permitir que el partido se imponga sobre la Comuna. No podemos permitir que el partido instrumentalice la Comuna”.
Destacó que la Comuna debe ser el centro de decisión, centro de atención. “Es una relación completamente diferente cuando el partido se pone al servicio de la Comuna, al servicio del pueblo. Cuando ocurre lo contrario, vienen los problemas: la Comuna pierde autonomía decisional, sus decisiones pierden validez, porque será el partido el que decida por la Comuna o la sustituya”, subrayó.
“El comandante Chávez en sus programas insistía en este punto: de que no dejemos nunca que el Partido instrumentalice las comunas. Me acuerdo de que se lo decía al pueblo”, rememoró el puertorriqueño.
Sobre los miembros del Partido apuntó que estos se tienen que hacer comunas, miembros de comunas. “No se puede tener un partido cuyos miembros no pertenecen a ninguna comuna, mientras las comunas quedan al otro lado. En ese escenario, siempre habrá un conflicto de intereses. El partido debe, poco a poco, irse comunalizando. ¿Qué significa esto? Que sus integrantes —poco a poco— sean también miembros de comunas. Así se genera una simbiosis entre partido y comuna, donde el partido no solo contribuye a organizar comunas, sino que sus miembros participan directamente en ellas, reconociendo como principio fundamental que la comuna debe decidir por sí misma, de acuerdo con sus propios intereses. Y no que el partido —o sus miembros— decidan por los comuneros dentro de la comuna”, manifestó.
La pluriversidad comunal
En la parte final de su intervención en el programa “En clave comunal” y al ser consultado por otro de los oyentes sobre la Universidad Nacional de las Comunas, el maestro descolonial Ramón Grosfoguel se refirió a la necesidad de crear una universidad distinta ―no como réplica del modelo occidentalizado, sino como una pluriversidad al servicio de los pueblos―.
“[La Universidad Nacional de las Comunas] no puede ser una universidad más, como las universidades occidentalizadas, donde el pensamiento europeo domina y predomina en ese tipo de estructuras. Estamos hablando de una pluriversidad —una verdadera pluriversidad—, donde exista espacio para la diversidad epistémica y cosmológica de los pueblos”, dijo.
En este sentido, Ramón Grosfoguel expresó que la Universidad Nacional de las Comunas debe estar gestionada por los propios comuneros, orientada a sus necesidades. “Si la universidad se convierte en una estructura separada de las comunas, por ahí empiezan los problemas. Tiene que haber una simbiosis, en la que las comunas impongan la agenda de sus necesidades comunales, del tipo de conocimiento que se requiere para construir un espacio académico verdaderamente al servicio de la comuna”, sostuvo.
Apuntó que los comuneros deben ser los constructores de los contenidos, las metodologías y las finalidades del espacio universitario. “Tiene que ser un espacio apropiado por los mismos comuneros. No puede ser un lugar donde entren desde abajo, como estudiantes que van a aprender no sé qué, y luego salen con un diploma. Tiene que ser un espacio en el que los propios comuneros construyan los contenidos de esa universidad y la subjetividad comunera”, concluyó.
Redacción: José Tomedes Gutiérrez.