Caracas, 29 de julio de 2025 (Prensa Mincomunas).- “El pueblo es entrañable, el pueblo tiene una noción de particularidad y tiene una noción de comunidad distinta”. Así lo señaló Luis Berrizbeitia, presidente del Instituto Pueblos para el Pensamiento Original, en el programa “En clave comunal”.
El investigador venezolano parte de la polisemia del término para argumentar que “pueblo” puede aludir tanto a un espacio físico entrañable como a una construcción cargada de memoria.
“El pueblo, en su dimensión física, es ese espacio comunitario más pequeño —no tan pequeño como un caserío, pero tampoco lo suficientemente grande como para ser una ciudad— que termina siendo un lugar de referencia. Y, dependiendo de cómo el sujeto se ubique en relación con ese pueblo, se posiciona en un lado de la historia. Aquel sujeto que tiene al pueblo como referencia constitutiva es alguien que habita lo común. En cambio, el sujeto alienado ―que dice: ‘Por fin me fui de ese pueblo y llegué a la gran ciudad’― adopta una orientación discursiva individualista, atomizada, deseosa de subsumirse en las lógicas del capital y en esa mal llamada noción de progreso, que ha marcado tanto el devenir histórico”, sintetizó.
Durante la conversa con la periodista y moderadora del programa Nerliny Carucí, Luis Berrizbeitia manifestó que la modernidad despoja al pueblo de su capacidad política.
“Hay una sentencia muy famosa de Abraham Lincoln, frecuentemente citada, en la cual afirma que el sentido del Estado es el poder del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Pero [Edmund] Morgan sostiene que todo el poder es para el pueblo, todo el poder es por el pueblo, pero ningún poder es del pueblo, porque el pueblo no lo puede ejercer directamente. En consecuencia, el pueblo —dentro de la modernidad— se convierte en una gran ficción que otorga sentido de representación a sujetos que se apropian del poder y lo ejercen discrecionalmente”, explicó.
En tal sentido, Luis Berrizbeitia indicó que el pueblo es construido como significante de legitimidad del Estado, pero queda relegado como actor político. “¿Quién es el pueblo? Ese sujeto subalterno, que históricamente ha tenido momentos de aparición en la decisión de su propio destino, es recurrentemente despojado de esa cualidad de participación política por un sistema representativo que, en definitiva, no permite la participación orgánica de la subalternidad como gran masa”, detalló.

“El pueblo tiene que convertirse en una fuerza política común”
Ante la pregunta de la periodista Carucí sobre en qué momento el pueblo emerge y hace sentir su voz dentro de la cosa pública, el autor del libro Homo populus, Luis Berrizbeitia, respondió que el pueblo, como sujeto histórico, no ocurre desde la pasividad, sino cuando se organiza colectivamente y acciona desde lo común.
“Es en el momento en el cual deja de esperar y en el cual acciona, en el cual se organiza. Porque el pueblo, al final, necesita una condición orgánica colectiva para poder convertirse en sujeto”, alegó.
Desde esta perspectiva, apuntó que el pueblo no puede enfrentarse a la modernidad desde la fragmentación. “El pueblo no puede debatirle a la modernidad la lógica del poder desde la individualidad. Tiene que convertirse en un contingente colectivo, en una fuerza política común, para poder disputar el litigio a la modernidad. Si lo hace desde la individualidad —que reproduce sus códigos y, necesariamente, repite todo aquello que desarrolla la lógica capitalista, moderna y depredadora—, está condenado”, advirtió Berrizbeitia.
El comunicador insistió en que “el pueblo se hace presente en la medida en que se organiza junto a sus comunes, en los cuales comprende su situación de sujeción y, desde allí, desarrolla un programa orgánico que le permite imponer su voluntad y su voz dentro de las decisiones y dentro de la administración de lo común, que es de todos/as”, puntualizó.
Subalternidad y disrupción
En el desarrollo de la entrevista radial, el profesor universitario Luis Berrizbeitia citó el pensamiento de Aristóteles, en el que recordó que la comunidad política nace como una idea de bien colectivo.
“De hecho, cuando lo plantea Aristóteles, la comunidad política es aquella orientada al bien colectivo común. Lo que ocurre es que, incluso Aristóteles, en su momento, sostenía que los tipos de gobierno no eran necesariamente malos. Aristóteles decía que hay tres tipos de gobierno: el de una persona, que es la monarquía; el de unos pocos, que es la aristocracia; y el de los muchos, que es la democracia. Aristóteles afirmaba que ninguno era malo en sí mismo, siempre que velaran por la felicidad de todos los integrantes de la comunidad política. Cada una de esas formas, según él, podía presentar desviaciones. Por ejemplo, cuando la monarquía no velaba por el bien común y obedecía a los apetitos e impulsos del monarca, se convertía en una tiranía”, expuso.
Agregó que, cuando los pocos —es decir: los aristócratas— velaban únicamente por sus propios intereses, ya no se trataba de una aristocracia, sino que degeneraba en una oligarquía. “Y cuando los muchos —el demos— incurrían en una desviación que también privilegiaba sus propios intereses, dejando fuera a unos pocos, eso ya no era una democracia, sino que se convertía en demagogia”, apuntó.
A pesar de ello, Luis Berrizbeitia afirmó que han existido momentos concretos de irrupción popular que desafían ese orden.
“La idea de que el pueblo, en tanto subalternidad, haya tenido momentos de participación a lo largo de la historia es un hecho constatado, y el libro Homo populus da cuenta de ello a través de ciertas disrupciones que han ocurrido en distintos períodos. Se relatan aquí episodios extraordinarios, como los dos meses de la Comuna de París en 1871, durante los cuales el pueblo organizado de París se abocó a construir una democracia radical y asamblearia. En ese contexto, los muchos desarrollaron un programa orgánico que dio forma a una democracia popular profunda”, refirió.
Construcción popular
En la plática radial, Luis Berrizbeitia, comunicador, con estudios en Filosofía Política, comentó que, si el mandato es vertical —de arriba hacia abajo—, responde a la lógica tradicional de la representación, que perpetúa jerarquías y excluye la participación directa.
Por el contrario, reivindica el mandato horizontal y de base, construido desde el consenso, desde “las voces de los muchos”, en torno a un programa común. “Eso es algo que la comuna debe cuidar profundamente, tenemos que entender que la construcción política colectiva es un proceso que debe atender múltiples factores, múltiples elementos y múltiples voces”, exhortó.
Semillas de organización y participación
El investigador Luis Berrizbeitia recordó un hito en la campaña electoral de 1998, donde Hugo Chávez interpela directamente al pueblo no desde la oferta electoral tradicional, sino desde el llamado a la acción orgánica y colectiva.
“El primer hito que genera la Revolución Bolivariana por impulso del comandante Chávez: la Constitución de 1999. Esta hace un cambio fundamental al consagrar la capacidad de la democracia protagónica. Porque en la anterior carta magna [la de 1961] se decía que la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce mediante el sufragio. En cambio, el Comandante y los constituyentes de 1999 afirmaron en la nueva Constitución que la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente —por las vías que establece esta Constitución— e indirectamente a través del voto. Ahí Chávez ya colocaba en perspectiva las dos formas de hacer democracia, de construir república y de construir institucionalidad democrática. Cuando hablábamos de liberación y de hacer las cosas desde nuestra raíz: como enseñó el maestro Simón Rodríguez, ¿a dónde vamos a ir a buscar los referentes? ¿A Europa? ¡No! Somos americanos: originales han de ser nuestras instituciones, y originales han de ser nuestros modos”, afirmó.
En ese contexto, comentó que los procesos recientes —como la elección de proyectos comunales por parte del poder popular y la juventud— evidencian un cambio de paradigma en Venezuela.
“Desde allí, se han venido reconfigurando —del ‘Inventamos o erramos’— nuevas fórmulas de construcción política, que se manifiestan de manera extraordinaria en lo que vimos el pasado domingo, 27 de julio: las elecciones de alcaldes y de concejos municipales, pero también, paralelamente, en la primera jornada sectorial de elección de proyectos, en este caso de la juventud. Son proyectos que el pueblo construyó, desarrolló, propuso y que el mismo pueblo votó”, ilustró Luis Berrizbeitia.
Pero el escritor venezolano advirtió que no se trata de idealizar el momento: la democracia representativa persiste y seguirá siendo necesaria como estructura organizativa.
“Eso es un proceso que apenas comienza, porque tampoco debemos idealizar las cosas. Venimos de siglos de tradición de democracia representativa, y eso no desaparece de un plumazo. Por eso, hoy todavía deben existir alcaldes, gobernadores y un presidente: para organizar mínimamente la gestión del aparato estatal y la representación ante el sistema-mundo. Pero, paralelamente, debe construirse la vocación orgánica de una política participativa del pueblo, desarrollando sus propias agendas, identificando sus problemas, definiendo sus soluciones y determinando cómo pueden echar mano de los instrumentos que vienen del Estado para poner en marcha esas transformaciones”, aclaró.
Desde esta perspectiva, Luis Berrizbeitia destacó que esta disputa está siendo impulsada desde el mismo Ejecutivo venezolano, con un gesto político que considera audaz. “Ese es el gran debate en el que estamos hoy —y que, además, está siendo impulsado por el propio presidente Nicolás Maduro—, porque el presidente, muy audaz como es, está desarrollando un programa en el que plantea: vayamos al pueblo a buscar la semilla de la organización, la semilla de la participación y la semilla de las soluciones que necesitamos para los problemas de la patria”, subrayó.

Conciencia colectiva contra el Cristóbal Colón que se lleva dentro
Sobre la reflexión del maestro descolonial Ramón Grosfoguel en torno a no idealizar al pueblo, ya que todos tenemos un Cristóbal Colón dentro de nosotros, el investigador Luis Berrizbeitia convocó al pensamiento del maestro venezolano Simón Rodríguez.
“El maestro Samuel Robinson [como también se conoce a Simón Rodríguez] nos dio muchas respuestas, y planteaba algo fundamental: ser niños preguntones. ¿Y ser niños preguntones qué es? Es interpelarse constantemente en cada acción. ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Cuál es mi vocación? ¿Es una vocación individual o colectiva? ¿Desde dónde estoy pensando? ¿Desde dónde estoy construyendo? Eso es la construcción del sujeto revolucionario. Hay que desarrollar un sujeto pueblo colectivo, porque, si una parte de ese cuerpo empieza a pensar solo en su propia parcela, en sus propias aspiraciones, entonces ahí se derrumba todo”, dijo.
Berrizbeitia puso como ejemplo la lógica comunal, donde incluso si un proyecto particular beneficia directamente a una comunidad, debe priorizarse aquel que impacta positivamente a toda la comuna.
“Imaginemos una comuna en la que hay distintos proyectos en disputa. Supongamos que tu consejo comunal propone legítimamente un proyecto que aborda una problemática directa de tu sector. Si existe otro proyecto que redunda en el bien común de toda la comuna, debemos apostar por él. Y pensar, por ejemplo, que algún consejo comunal —que tenga más votos que otro— opte por un proyecto que solo beneficia a su comunidad y excluya lo que podría ser un bien colectivo para todas y todos, eso es fallar en la lógica política de lo común”, relató.
En este aspecto, insistió en la necesidad de “elevarse por encima de las miserias, de los apetitos, de la vocación individual” y construir una conciencia política que supere el marco proxémico para abrazar el bien común.
“Esa es la verdadera construcción sobre la cual vamos venciendo, progresivamente, las lógicas del capital, las lógicas individuales, las lógicas de la modernidad y las lógicas coloniales: ese Cristóbal Colón que todos tienen en la cabeza, como dice Ramón Grosfoguel”, enfatizó.
Criticó, además, el enfoque moderno que ha separado al “otro que no es como tú” como objeto de aprovechamiento, una lógica que ha sido aplicada tanto a pueblos subalternos como a la naturaleza no humana.
“En el momento en que comprendemos que la comunión es de todos —incluida la Tierra y todos los seres vivos que en ella habitan—, y que forman parte de la comunidad política porque tienen formas de participación directa sobre la sociedad, entonces debemos incorporarlos y generar conciencia sobre cómo nuestras acciones también impactan en esa comunidad, que es el interior”, resaltó. Dicho de otro modo: evaluar que lo que hagamos sea compatible con la vida y compatible con el bien de todos.
El sancocho como metáfora comunal
El profesor universitario Luis Berrizbeitia propuso volver al origen, al sentido humano de convivir, de nutrirse colectivamente, sin jerarquías ni privilegios.
“Yo creo que ese es el germen originario de la comuna. Lo que hay es que no olvidarse de eso, lo que hay es que nunca perder de vista el punto de partida. Porque el punto de partida no es el fin del proyecto: el punto de partida es lo que convivimos diariamente. El punto de partida es el sancocho, como ejercicio de comunión dominguera y como religión secular de la idea de la convivencia mutua, donde todos aportan y donde todos nos nutrimos. Por ejemplo, cuando se hace un sancocho, hay uno que trae el pollo, otro que trae la carne, otro que trae la yuca y otro que trae el ocumo. Y, al generar ese encuentro, nadie está pensando, en definitiva, si va a comer la parte del pollo o el ocumo que alguien más trajo, porque —al final— en el sancocho nadie sabe qué trajo uno o el otro: simplemente te sirven una cucharada de eso y te comes lo que haya. Vivimos en comunión para, de esa construcción colectiva, beber todos, nutrirnos todos. Si todos se comen una palangana de sancocho, estarán bien nutridos; y si todos están bien nutridos, todo va a salir bien”, argumentó.
Para Berrizbeitia, no hay que perder de vista que la comuna comienza en lo cotidiano. “Si todos logramos comer —como en el sancocho—, si todos logramos participar, si todos logramos satisfacer necesidades colectivas, podremos construir, progresivamente y en la agregación hacia lo más grande, un sistema mucho más justo, mucho más humano, que se reconecte con las nociones esenciales de comunidad desde las cuales partimos”, precisó.

“Homo populus”: leer, pensar y construir desde la subalternidad
Sobre la reciente publicación de su libro Homo populus. El pueblo como sujeto político, Luis Berrizbeitia profundizó que se trata del primer texto de una trilogía que incluirá Homo populus latinoamericano y Homo populus venezolano, obras en las que se profundizará en claves culturales propias de cada contexto.
Destacó que Homo populus. El pueblo como sujeto político incorpora códigos del cine, la literatura y la música popular, permitiendo que las juventudes encuentren allí referencias de vida, de lucha y de formas democráticas auténticas.
Para ilustrar una parte del libro, refirió una escena de la película Novecento, de Bernardo Bertolucci, donde un labriego enfrenta al hacendado con un gesto doloroso de conciencia política.
“Llega un hacendado a donde están los labriegos y les dice: ―‘Bueno, ustedes tienen que ver que la cosecha estuvo mala este año, y como perdimos la mitad de la cosecha, ustedes nada más van a cobrar la mitad del salario’. Uno de los braceros, que son, precisamente, los más precarizados entre los labriegos, responde: ―‘Sí, pero cuando la cosecha rinde el doble, no nos pagas en la misma proporción’. El hacendado, entonces, abandona el tema igualitario y replica: ―‘¡Ah, pero tú no entiendes que el que está poniendo todo en peligro soy yo! Tú no entiendes nada, tú no entiendes de política. ¡Y tú no escuchas, a pesar de que tienes las orejas bien grandes!’. Porque el labriego, efectivamente, tenía las orejas bien grandes. La respuesta del labriego es que agarra el cuchillo que lleva en el cinto, se corta su oreja izquierda y se la entrega al hacendado. El labriego sabía de qué iba la política. El labriego conocía todas las desigualdades presentes. El labriego entendía que esa falsa moral del capital, según la cual el capitalista —por poner el dinero— es quien tiene más que perder, no es cierta. Porque la otra parte, la parte subalterna, es la que realmente construye la posibilidad del porvenir, como decía el Chino Valera Mora, desarrolla una construcción política realmente social”, reseñó.
Al respecto, destacó que la Comuna debe “interpelar activamente la tradición, comprender el momento histórico y entender que, en este momento, la República Bolivariana de Venezuela es un faro hacia el mundo en cuanto a la posibilidad de una construcción democrática real. La democracia venezolana, que se viene consolidando a través de estos procesos de participación popular, es algo que no se ha visto antes en la historia de la humanidad. Por eso debemos potenciarla, cuidarla, documentarla y generar doctrina política y teoría política al respecto”, culminó.
Redacción: José Tomedes Gutiérrez
