Caracas, 3 de julio de 2025 (Prensa Mincomunas).- “No es desde el punto de vista económico que se nos impide ser, ¡no!, es desde el punto de vista de la producción y la reproducción de la vida”. Así lo manifestó la investigadora venezolana Judith Valencia, durante el programa radial “En clave comunal”.
Para Valencia, la transformación geopolítica es fundamental, porque lo que está en juego no son los bienes, servicios o un giro del poder, sino la posibilidad de que los pueblos vivan como sueñan.
“Yo, soñando con mi vida, quiero ser bailarina. Y me impiden ser bailarina; o sea, me impiden el arte, me impiden vivir como yo sueño. Por eso la gran importancia, en las comunas, de eso de los sueños: el mapa de los sueños. El mapa de los sueños es maravilloso, porque una vez que ya tenga, digamos así, los servicios básicos medio organizados —porque nunca van a poder estar plenamente organizados—; siempre el agua, la luz, siempre va a haber obstáculos para que eso esté como queremos que estuviera. Porque eso no es una maqueta, eso no es que mete un tubo y por ahí pasa el agua. ¡No! Eso responde a muchísimos otros elementos. Pero entonces, esa vida la voy, poco a poco, construyendo según mis sueños”, explicó.
Comentó que, a sus 88 años, ya no puede correr, montar bicicleta o caballo, pero que aún le queda lo más valioso: el pensamiento. “Sobre todo pensar”, expresó, y destacó que no se trata de analizar, sino de pensar.
“Si yo solo analizo, me quedo atrapado en el contexto de lo que analizo; me limito, no puedo soñar, no tengo que pensar. Si yo pienso todo se me hace más grande, más hermoso, se me hace más con un sentido de vida. Porque hoy, por ejemplo, mi proyecto que gana la elección el 27 de julio, ¿en qué consiste? Bueno, una cancha de juego. ¡Ah! Pero en esa cancha de juego se van a juntar diferentes edades, se van a juntar diferentes sueños, se va a juntar la conversa del colectivo. Va a ser el lugar del encuentro. Y, entonces, todo eso va a potenciar la fuerza de esa comunidad. Una cancha que parece que simplemente es para jugar, resulta que no: es para soñar la vida”, expuso Judith Valencia.
La transformación cultural como camino hacia la vida en común
Judith Valencia señaló que la guerra cognitiva actual configura una “zona nublada”, donde entre las nubes aún se puede vislumbrar el azul del cielo. “El mundo está feo, está cruel, pero esa crueldad más bien debe fortalecernos en el deseo de vivir en comunidad, el deseo de que vivan aquellos que están martirizando”, expresó.
Ante este sufrimiento que impone el orden global dominante, la educadora reafirmó el deseo de vida como impulso colectivo, y con ello sostuvo una mirada que apunta a todos y todas.
Dijo que el mundo venidero no será policéntrico, como dicen algunos, sino pluricultural. “Dicen que el mundo que está naciendo, y que sería el mundo del porvenir, es policéntrico. Yo digo que no, que es pluricultural. Cuando nosotros entendamos que es pluricultural, vamos a respetar las culturas de todos. Entonces, es increíble. ¿Por qué? Porque van a cesar, digamos, como las demandas de las minorías. ¿Qué es eso de demandas de minorías, si somos una inmensa mayoría cultural, diversa, que ocupa el planeta? Porque somos el 99 %; ellos [las élites y los poderes fácticos] son el 1 %, y el resto del mundo es el 99 %. Ese 99 % tiene realmente una savia maravillosa”, argumentó.
De acuerdo con Judith Valencia, la Séptima Transformación debería estar en primer lugar, porque —al estar vinculada a la geopolítica— permite identificar el “contexto de la maldad” y, al hacerlo, trazar el camino hacia lo diferente.
“¿Por qué la pongo de primera? Porque, de primera, me hace saber el contexto de la maldad. Y, al entender el contexto de la maldad, no quiero ser como ellos; quiero ser diferente. Entonces voy entendiendo en qué consiste mi diferencia: consiste en que quiero construir culturalmente la felicidad. Porque la felicidad es una construcción cultural”, acentuó.
Judith Valencia afirmó que hoy es mucho más fácil comprender la crueldad del orden global dominante, gracias a la exposición directa de los hechos a través de medios digitales. “Tú le haces clic a cualquiera de las redes [sociales digitales], o sintonizas la televisión, la radio, y te vas a encontrar inmediatamente con que la verdad te pega en el rostro”, expresó.
Subrayó que ya no se requiere mediación para entender lo que ocurre: “La verdad está allí, y al estar la verdad allí, y tú poderla ver, la entiendes inmediatamente”.
En este contexto, explicó que las potencias del Norte global ejercen censura activa sobre los procesos de resistencia, como el caso de Palestina. “En los Estados Unidos de Norteamérica y en Europa han censurado a Palestina, y tienen que censurar a Palestina”, indicó.
Sostuvo que, al observar lo que ocurre en ese territorio, se revela la crueldad de un mundo que insiste en someter. “Ese mundo que te acosa, que quiere volverte a atrapar, porque tú no quieres ser igual a ellos, tú quieres ser libre”, aseveró.
Ante este escenario, dijo que en Venezuela se genera una transformación cultural. Compartió su experiencia al visitar una comuna en Barcelona, en el estado Anzoátegui. “Las paredes hablan, y ¿quién organiza esas palabras en las paredes?, lo organiza la gente que está allí, lo popular”, comentó.
Afirmó que en esos muros se expresa el colectivo entero —niños, mujeres, ancianos— como un solo cuerpo. “Las paredes hablan… las paredes sueñan”, apuntó.
La economía política moderna como dispositivo de dominación global
En conversa con la periodista Nerliny Carucí, la economista Judith Valencia expresó que, aunque muchos desean el cambio, no todo está cambiando realmente. “Ojalá todo cambiara”, dijo.
Señaló que incluso presidentes progresistas siguen apelando a la transformación de los organismos de dominación sin reflexionar sobre la crueldad que han ejercido contra la vida. En este sentido, cuestionó la noción de integración económica. Alegó que esta fue una fórmula creada en la segunda posguerra para ajustar las relaciones de costo-beneficio del gran capital.
“La integración económica es una fórmula; es una fórmula de expansión del imperio, del imperialismo, de la civilización occidental. Esa civilización occidental que, en su expansión, lo que ha dejado es muerte. Entonces, yo creo que uno de los elementos interesantes con los que podríamos trabajar es denunciar las mentiras. No hay peor violencia que la mentira, que el engaño”, aseguró.
Sugirió la elaboración de un manual crítico que permita identificar las falsedades que sostienen el American Way of Life.
“Si nosotros hacemos, digamos, así como una cartilla de las mentiras, y, a través de las mentiras, vemos el despliegue de ese American Way of Life —el despliegue de ese desarrollo que siempre han dicho que es desarrollo económico—, no es un desarrollo para la vida. ¡No!, es un desarrollo económico. ¿Qué encierra el término de la economía política? Todo eso es un tema que, teóricamente, es un desafío en el debate: qué es lo que es la economía política. Porque no hay una economía política para la vida. ¡No!, la economía política moderna es justamente la invención del negocio de la lógica del capital. Así surgió: surgió en el siglo XVIII, XIX, XX, y, ahorita, en el XXI, se quita la careta, y ya realmente aparece en su dimensión de crueldad”, declaró Judith Valencia.
Otras opciones emergentes
Judith Valencia comentó que en los proyectos vinculados a la Séptima Transformación se habla de aprender idiomas, pero advirtió que es necesario preguntarse para qué se aprende el idioma.
“¡Ojo con eso! Puedo aprender el idioma, pero, simultáneamente al idioma, he de saber, culturalmente, de qué se trata. Porque culturalmente nosotros somos no solamente ignorantes de nuestra propia identidad, porque estamos muy transculturizados, dado que fuimos, durante todo el siglo XX, un Estado petrolero, ni siquiera un Estado: un gobierno que permitió que unos estuvieran permanentemente halagando el ‘cuánto hay pa’ eso’”, comentó.
Frente a esto, propuso recuperar el sentido de identidad cultural y descolonizar la mirada a través de una práctica que llamó “desgajar la margarita”. Afirmó que hay elementos culturales profundos que las potencias emergentes no desean desaparecer. “Ellos no quieren hacer desaparecer ese sentido de vida, así como nosotros no queremos hacer desaparecer los colores. Nosotros somos color, somos alegría, tambor, sonrisa”.
Valencia destacó que las nuevas potencias globales poseen otra espiritualidad que debe ser reconocida, sin limitarse a la lógica del comercio y la producción. “Esa otra espiritualidad hemos de reconocerla en esas otras opciones emergentes”, dijo
Insistió en que la crítica no debe ser un fin en sí mismo, sino un inicio para fortalecer la esperanza. “La mentira es un arma, pero también es otra arma el hecho de que salgamos de la crítica y fortalezcamos la esperanza, el sueño, los deseos”, precisó.

Reconciliar la humanidad con la naturaleza no humana
Judith Valencia, profesora de la Universidad Central de Venezuela, afirmó que, frente a la crisis ambiental global y el colapso del modelo productivo moderno capitalista, el primer paso no es técnico ni económico, sino profundamente humano.
“Nosotros somos naturaleza, porque somos parte de la naturaleza [no humana]. El problema está en nosotros mismos, en cómo nosotros, con nuestra piel, con nuestros sueños, somos capaces de producir aquello que realmente no nos mata, sino —todo lo contrario— nos permite la reproducción de nosotros mismos”, manifestó.
Valencia reiteró en detenerse, reflexionar y reconocer la validez de las opciones emergentes que no imitan a Occidente, sino que se posicionan como distintas. “Yo creo que ahí vale el hacer una pausa en el desafío teórico, porque meter todo en un mismo cajón es echar por la borda las opciones emergentes que nos están planteando. Como dice Putin: ellos no son contra Occidente, son diferentes a Occidente”, observó.
En tal sentido, propuso “desgajar la margarita de la diferencia” para comprender qué aportes únicos ofrecen esas culturas.
Saber situado y universidad comunal: contra la infiltración académica
Para finalizar, la educadora popular Judith Valencia abordó el tema educativo. En este contexto, advirtió que no se debe permitir que los criterios académicos se infiltren en las dinámicas populares.
“No dejemos que se metan por los intersticios. Porque no se trata de ir al pueblo, se trata de ser pueblo. Ahí hay un acertijo. Ese acertijo tenemos que ponerlo en evidencia. ¿En qué sentido? Cuando hablamos del mapa de conocimiento, el mapa de capacidades, más que hablar de cuáles son esas capacidades profesionales, lo que tenemos es que hacer una evaluación de las capacidades de los pobladores que habitan en cada una de esas comunidades. Porque el que habita sale a trabajar fuera de la comunidad. Ese que habita, que tiene una capacidad que puede desplegar en su propia comunidad, es el que hay que acreditar. Pero no hay que acreditarlo siguiendo los juicios de la academia, porque lo que hay es simplemente saber su historia de vida”, determinó.
La investigadora afirmó que estos son “métodos total y radicalmente otros” y que deben respetar la diversidad regional. “No se siembra igual en los Andes que en el Oriente o que en el Llano”, puntualizó.
Desde esta perspectiva, propuso que la universidad se transforme en un espacio para el compartir saberes, no para imponer contenidos. “No es que los traigo a la escuela y en la escuela los enseño. No, sino que la universidad ha de ser un espacio del compartir saberes: un espacio en donde venimos a contar lo que sabemos. Y, contando lo que sabemos, contagiamos al otro para que comencemos a trabajar todos a una misma vez y en una misma dirección”, finalizó.
Redacción: José Tomedes Gutiérrez