Caracas, 24 de junio de 2025 (Prensa Mincomunas).- “La guerra cognitiva y los efectos de las redes sociales digitales hay que estudiarlos en tiempo real”. Así lo manifestó Luis Delgado Arria, vicerrector de Investigación y Creación Intelectual de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (Uicom).
Durante una conversa con la periodista Nerliny Carucí, en el programa radial “En clave comunal”, el licenciado en Letras dijo que el trabajo diario de lectura crítica del presente debe comprender dimensiones más profundas y complejas.
“Lo que nosotros estamos digestionando todos los días, en la actualidad, nos lleva, cada vez más, a realizar un trabajo no solamente en el orden de lo comunicacional, de lo epistémico y de lo subjetivo, sino también en el orden de lo civilizatorio y de lo existencial”, enunció.
Para el investigador venezolano, la guerra cognitiva representa una “operación psicopática perversa” que busca doblegar no únicamente el pensamiento, sino la integridad material y espiritual de los pueblos.
Desde su perspectiva, este tipo de guerra se traduce en un proceso sistemático de deshumanización, donde la dignidad es despojada junto con los recursos y territorios, como en el caso de Palestina.
“Me vino a la mente esa reciente interpelación que le hicieron al embajador de Palestina en la ONU. Cuando le dieron la palabra para que interviniera y narrara qué está sucediendo en Palestina, él iba a hablar, pero rompió en llanto. Y al romper en llanto, la traductora también lloró. Ese llanto es una forma de comunicación muy poderosa, porque nos conecta con lo que, en esencia, somos desde el inicio de la historia de la humanidad: seres comunales, seres que nos constituimos precisamente en la medida en que establecemos relaciones significativas, en las que, para que yo sea, necesito que tú también seas, y que seamos juntos”, relató.
En su reflexión, denunció el intento sostenido del imperialismo cognitivo por atomizar a los sujetos, reduciéndolos a meras mercancías, objetos descartables o individuos aislados.
Luis Delgado Arria insistió en que la guerra cognitiva no es solo una operación que invade la mente, sino que opera también en el marco del asedio de la sustracción de la materialidad.
“Es decir, para que la población de Palestina viva la guerra cognitiva, es porque, además de quitarle su materialidad de vida —sus campos, sus olivos, sus casas, sus terrenos de labrantío—, también se les arrebata, y lo estamos viendo, la dignidad misma. Entonces, ¡fíjate en lo que están haciendo actualmente! El sionismo ha suprimido los puntos de entrega —alrededor de unos 200— que tenían la ONU y diversos organismos internacionales para suministrar comida, agua y medicamentos básicos a la población sitiada de Palestina, en la Franja de Gaza. Suspendieron todo eso y dejaron únicamente tres lugares para realizar esas entregas. Pero obligan a niños, madres y personas de la tercera edad a desplazarse hasta allí, y, cuando llegan, los vejan, les entregan una miseria, e incluso aprovechan para dispararles”, refirió.
Según su opinión, esta ofensiva también pretende reconfigurar el orden global. “Por eso yo defino la guerra cognitiva como una operación en la que se depreda la materialidad, pero asimismo —e indispensablemente— también se depreda la subjetividad; es decir: la comunalidad, la espiritualidad, la humanidad: aquello que nos conecta con todos los seres humanos y los seres no humanos de la Tierra. Porque también están nuestros ancestros, están nuestros dioses, está nuestra madre tierra, nuestro padre sol, nuestro padre cielo, todo eso es lo que nos constituye como una comunidad de crianza. Introduzco el término ‘crianza’ porque, hasta hace relativamente poco, la contradicción principal era entre capital y trabajo; hoy, la contradicción principal es entre capital y vida. Y lo que estamos viendo en Gaza, y en otras partes, lo que estamos viendo hoy también en Irán, nos deja ver cómo estamos siendo arrastrados a un proceso planetario de reseteo, no solamente del orden económico global, sino también del orden subjetivo”, explicó.

El espectáculo como nueva forma de sometimiento y colonización
En su participación en el programa radial, Luis Delgado Arria aseguró que existe un hilo de continuidad entre los procesos históricos de colonización y la actual ofensiva cognitiva.
“Nosotros venimos de una historia realmente escalofriante. Cuando uno revisa la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, escrita por el padre Bartolomé de las Casas en 1540, ya él le decía al rey de España: ‘Nosotros, los españoles, estamos tratando a los indígenas de América peor que la bosta de los establos’; es decir: peor que el excremento. Esa dimensión excremental es constitutiva de la modernidad, y hoy en día no solo está en el orden de matar al otro —al que se considera que no tiene estatuto de vida, que no es realmente un ser humano—, sino que, además, la operación de la guerra cognitiva busca no solo humillarnos, sino también convencernos de que debemos estar felices y contentos de que nos humillen. Hoy nos están intentando convencer de que ‘mi imperialismo, al imperializarme, es algo normal’”, aseveró.
En este contexto, el docente venezolano señaló que la modernidad no solo cosifica al sujeto, sino que lo mercantiliza. “¿Qué dice Marx respecto al trabajo humano? Que el trabajo humano es una mercancía más para el capital, pero no cualquier mercancía: es la peor de todas. Eso, en el momento en que el ser humano era simplemente un engranaje del proceso industrial de producción de plusvalía. Pero hoy, la plusvalía también se produce en el hecho mismo de la humillación”, puntualizó.
A partir del caso de Palestina, Delgado Arria denunció que la guerra cognitiva no solo pretende aniquilar físicamente, sino que mediatiza y convierte ese exterminio en espectáculo.
“Lo de Gaza se puede producir porque ya existe una subjetividad reblandecida, donde se nos borra la sacralidad de lo humano, la comunalidad de lo humano, incluso, la animalidad. Porque lo animal, en cuanto somos seres instintivos, también nos constituye como seres animales. En cuanto somos seres con capacidad de compadecernos, de sufrir, de asombrarnos ante la belleza, ante la ternura o de aterrarnos frente a lo que estamos viendo. [En Palestina] se está elevando la muerte y el genocidio al estatus de arte, de videoclip, de entretenimiento. Es la ‘talk showcización’ de la muerte de todo un pueblo. Y eso es indispensable decirlo, porque, para que el capital continúe produciendo la lógica de muerte —que ha asumido como única forma de mantenerse—, necesita precisamente este tipo de subjetividad humana. Y eso es lo que está produciendo Occidente”, acentúo.
Urgencia epistémica: pensar desde la comunidad
Luis Delgado Arria profundizó en los efectos devastadores de la guerra cognitiva, señaló que su acción puede seguir incluso al estallido de una guerra convencional. Lo ilustró con el caso sirio, donde —según afirmó— la rendición anticipada no se explica solamente por acciones militares, sino por el triunfo previo de la guerra cognitiva, que había vencido simbólicamente a la vanguardia de defensa.
“La guerra cognitiva ya había derrotado a la vanguardia de la seguridad y defensa de Siria. He ahí la profundidad y la gravedad de este tipo de guerra. Ahora bien, ¿cómo se produce esto? Cuando la vanguardia política de un país del Sur no comprende que debe invertir en la producción de un nuevo pensamiento, capaz de generar rupturas epistémicas, subjetivas, institucionales y civilizatorias”, recalcó.
Explicó que, cuando se cree que simplemente con hacer elecciones se puede mantener todo en orden, es porque esa subjetividad ya está colonizada por la modernidad. “Hay una necesidad urgente de que la vanguardia política de cada uno de los países que están en un proceso revolucionario entienda la necesidad de articular con otro tipo de vanguardia popular pero también con la vanguardia epistémica. No se puede conservar el poder haciendo lo mismo”, enfatizó.
Ante esto, el vicerrector venezolano propuso una premisa central: las revoluciones no pueden sostenerse con los dispositivos del orden burgués.
“Nosotros seguimos pensando que, con las mismas instituciones que creó el capitalismo, podemos hacer socialismo. Con el Estado burgués no se puede hacer socialismo. Con las instituciones de derechos humanos burgueses no se puede hacer socialismo. Con las universidades que existen no se puede hacer socialismo. Con los ministerios que tenemos no se puede hacer socialismo. Con los medios de comunicación que tenemos no se puede hacer socialismo. Entonces, ¿qué lugar tienen los nuevos comunicadores sociales? Hay que repensar la comunicación social, empezando por quitarle el “social”. La comunicación tiene que ser comunitaria. ¿Y qué es la comunidad? Hay que comenzar por ahí: ¿qué es la comunidad? Una persona, un ser humano que no tiene claridad sobre qué es la comunidad, ¿cómo va a ser comunidad en su ministerio, en su trabajo, en su empresa? La comunidad comienza con la comunidad familiar”, señaló.
El investigador cuestionó la figura del “comunicador social” dentro de procesos de transformación socialista. “Las personas que se llaman comunicadores sociales y que están en el proceso de transformación al socialismo, de transición al socialismo, no están entendiendo la oportunidad. La palabra ‘social’, la categoría de lo social, proviene de un conjunto de pensadores positivistas y mecanicistas que instrumentalizaron al ser. Y que nos definieron como seres para la obediencia, seres para la dominación, seres para la postración, seres esclavos, seres vasallos”, subrayó.
En tanto, lo comunal —afirmó— es el territorio donde el ser humano se constituye con y para el otro: “Es el espacio en el cual nos constituimos en términos donde ‘yo soy porque tú eres’. Yo soy digno porque tú eres digna”.
Afirmó que cuando una persona o una autoridad se refiere a la población como “audiencia” o “usuarios”, está cosificando al pueblo, reduciéndolo a un objeto de consumo.
“Esa deshumanización ocurre cuando una persona o un ministro se refiere a sus iguales en términos de ‘audiencia’: en ese gesto, los está cosificando. Está cosificando al pueblo. Cuando dicen ‘los usuarios de la comunicación’. ¡¿Qué usuario?! La comunicación no es algo que yo utilizo, como utilizo una llave o como utilizo un tornillo. La comunicación es la que nos constituye. Cuando una abuela le dice a su nieto: ‘Te quiero, eres un niño hermoso”, lo está constituyendo como ser humano”, apuntó.
Luis Delgado Arria alertó, además, sobre el aumento de una cultura del odio en las redes sociales digitales. “Hay miles de videos donde se manifiesta el ‘odio’; donde una madre dice ‘odio a mi hijo’, hijos dicen ‘odio a mi madre’, ‘odio a mi abuela’, ‘odio a mi abuelo’, ‘odio a mi nieto’. Esa es la inducción del odio, la inducción de la separación”, expuso.
Ese distanciamiento afectivo —insistió— no es casual ni aislado. Es el resultado de una operación cultural inducida por la modernidad, cuyo objetivo es romper los vínculos que sostienen la vida comunitaria.
Digitalización: la trampa del progreso
Durante el programa radial, Luis Delgado Arria respondió —con un toque de humor— la pregunta formulada por la periodista Nerliny Carucí sobre por qué, si sabemos que la política globalista de digitalización es una política que atenta contra el tejido comunitario, “terminamos reproduciendo la ‘necesidad’ de instaurar la política digital y de entrar de lleno en la nueva era digital”.
El docente narró la historia de un hombre que, tras ser tratado por creer que era un grano de maíz, huye aterrorizado al ver una gallina, pese a haber superado aparentemente su delirio.
“Es el hombre que se creía un granito de maíz. Estaba convencido de que lo era, y la familia tuvo que llevarlo al psiquiátrico para resolverle ese problema, porque él insistía en su creencia. Lo internan, y un año después, tras mucha terapia, le preguntan: —¿Quién es usted? Y él responde: —Mi nombre es José González. —¿Usted es un granito de maíz? —No, yo soy José González. —Perfecto. Después de un año de terapia, él ya está convencido de que es José González. Entonces lo dan de alta. El día del alta lo sacan a la calle y, en cuanto sale, el señor González echa a correr y se mete de nuevo en el psiquiátrico. Le preguntan: —Señor González, ¿pero qué pasó? Y responde: —Pegué una carrera porque vi una gallina. Le dicen: —Pero ¿usted no es José González? A lo que responde: —Sí, estoy totalmente claro de que soy José González… ¡pero la gallina no lo sabe!”, contó jocosamente.
Esta anécdota le sirvió para señalar que muchos sectores —incluyendo el propio sector político— saben que ciertos dispositivos digitales son perjudiciales, pero aun así actúan como si no lo supieran.
“Es sintomático, porque nuestra vanguardia sabe que nosotros, los padres, sabemos que el teléfono les hace daño. Lo sabemos, pero no lo sabemos. No terminamos de hacer la transición del conocimiento teórico a la dimensión práctica. Es decir: no damos el salto de la teoría a la praxis, a tomar acciones. Ya se sabe que la exposición de bebés y niños a pantallas ralentiza —e incluso, podría decirse, trastorna de forma terminal— el desarrollo del lóbulo prefrontal, que es donde se produce el pensamiento complejo, la inteligencia, la capacidad de decisión, y donde se regulan las emociones. Por eso tenemos jóvenes cada vez más emocionales, más malcriados, más tiranos, más individualistas. Todo eso forma parte de un proyecto perfectamente pensado”, advirtió.

La Comuna venezolana como alternativa civilizatoria
Para el vicerrector de Investigación y Creación Intelectual de la Uicom, uno de los desafíos más urgentes de la Comuna venezolana es asumir su papel transformador.
“La Comuna venezolana tiene que entender que es necesario establecer una relación de diálogo con el Estado, para que el Estado comprenda qué es una comuna. Los Estados, por definición, son modernos. Las vanguardias, por definición, también lo son. Por eso, hay una necesidad de dialogar con ese Estado, de transformarlo desde abajo. Y hay, asimismo, una necesidad de que las comunas asuman su nuevo lugar, también en términos teóricos. Porque yo veo muchas comunas que están produciendo pan, pero creen que solamente con producir pan se resuelve el problema”, reflexionó.
Con la referencia del concepto del “Punto y Círculo” propuesto por Chávez, Luis Delgado Arria planteó que alrededor de cada espacio productivo también debe gestar una nueva sensibilidad y una tematización de lo que se está transformando.
“Hay que decir cómo, en determinada comunidad, no solo se está produciendo el pan, sino también la subjetividad de los panaderos y panaderas que están allí, de quienes habitan junto a la panadería, de los niños que comen ese pan y del nuevo tipo de pan que se está consumiendo. Y, bueno, hay otra dimensión de la comuna: la relación entre hombres y mujeres, que también debe transformarse. Tenemos que establecer un nuevo contrato, no solo erótico, sino un contrato civilizatorio que funde relaciones realmente y genuinamente humanas entre todos los hombres y todas las mujeres de la comuna”, concluyó.
Redacción: José Tomedes Gutiérrez