Caracas, 17 de junio de 2025 (Prensa Mincomunas).- «Una comunidad existe en la medida en que se repiensa, se (re)siente… en que riega lo que somos, lo que estamos siendo y lo que hemos de ser». Esta fue una de las reflexiones que realizaron figuras del ámbito académico y cultural venezolano en el Ministerio del Poder Popular para las Comunas, los Movimientos Sociales y la Agricultura Urbana, durante el Foro de Comunicación Comunal para la Defensa Cognitiva.
En su jornada inaugural, realizada en Caracas el martes 17 de junio, el foro contó con la participación del psicólogo Róger Garcés, el dramaturgo y ensayista Luis Britto García, el ingeniero Pedro Penso Sánchez, el comunero Erick Gutiérrez y el licenciado en Letras Luis Delgado Arria. Desde sus respectivos campos del saber, cada uno aportó una perspectiva sobre los desafíos éticos, simbólicos y políticos que implica la confrontación con las formas de guerra no convencional, en particular en el aspecto de la subjetividad.
El primer ponente fue el psicólogo venezolano Róger Garcés, quien centró su intervención en el tema “Naturaleza, dimensiones y modos de guerra cognitiva”. Durante su participación, advirtió que esta forma de agresión no convencional «tiene por objeto que la persona atacada participe activamente en favor del ejército atacante», lo que implica —explicó— transformar a las propias víctimas en instrumentos involuntarios del agresor.
En el marco de su intervención, el investigador especializado en guerra cognitiva, adscrito al Vicerrectorado de Investigación y Creación Intelectual de la Universidad Internacional de las Comunicaciones (Uicom), alertó que esta modalidad de guerra se sustenta en la saturación deliberada de información dirigida a la población.
Describió cómo se despliega un asedio mediático a través de mensajes, videos, películas, canciones, entrevistas y toda clase de estímulos, con el propósito de impedir que las personas procesen la realidad de manera crítica.
«Uno de los elementos de la guerra cognitiva es la reducción de la capacidad de análisis. Por medio del “multitasking” y el envío apabullante de información, se desarrolla un modo de razonamiento y percepción serial. Así se hace creer que la vida es un videojuego y que nada tiene sentido: se anula el juicio crítico», explicó Róger Garcés.
En tal sentido, relacionó esto con una nueva disciplina científica: la captología, ciencia dedicada a captar la atención humana con tecnología. Según dijo el experto, las redes sociales digitales —y en particular TikTok— son el escenario perfecto para aplicar esas técnicas: «Por eso son tan adictivos los videos… sobre todo los de TikTok, que es la plataforma que yo considero más peligrosa».
Róger Garcés señaló que el objetivo final de este proceso es instalar un sesgo cognitivo: una forma distorsionada de organizar la realidad que condiciona el comportamiento colectivo. «Una vez que se ha estructurado el sesgo cognitivo, ya tú puedes manipular la conducta de la población», subrayó.
Frente a este panorama, planteó líneas esenciales para la resistencia. En primer lugar, hizo énfasis en la necesidad de fortalecer la confianza nacional: «La seguridad y confianza en lo que somos y en que podemos crecer como nación y resolver nuestros problemas con nuestros recursos».
Recordó que la guerra cognitiva también actúa sembrando desesperanza, una narrativa que empuja al abandono del país y a la deslegitimación de sus instituciones.
El psicólogo Róger Garcés llamó a asumir una actitud crítica frente al apabullamiento informativo. Reivindicó el «arte de detenernos», de no dejarnos arrastrar por la inmediatez de las redes sociales digitales. «Cuando nos tomamos el tiempo para pensar, para reflexionar, podemos tener una respuesta mucho más armoniosa para la vida en comunidad», enfatizó.

«Quien controla el pasado, controla el presente y controla el futuro»
Con su intervención titulada «Crítica del discurso político populista en Venezuela», el escritor Luis Britto García cuestionó las bases ideológicas y retóricas del populismo, al que definió como «el empleo de los símbolos de la tradición nacional, cultural, popular para legitimar un proceso de colaboración de clase».
El intelectual aseguró que el populismo, lejos de modificar las estructuras de poder, se limita a cambiar a los mediadores sin alterar los privilegios de las élites. «Se viene a ver que el bloque de poder es el mismo; únicamente han cambiado los gobernantes», sentenció.
En su participación citó la célebre frase «Quien controla el pasado, controla el presente; y quien controla el presente, controla el futuro». Desde esta idea, alertó sobre el poder de las falsificaciones históricas como instrumento de legitimación.
«Si yo impongo una versión falsa de la historia, esa versión me legitima hoy… y también mañana», expresó, al tiempo que denunció «las ambigüedades, complejidades y falsedades» del discurso populista y los retos que tiene la construcción de una democracia sustantiva, en la que el pueblo sea verdadero protagonista y no ficción, expuso Britto García.


«Ataque en enjambre»
Bajo el título «La confrontación en zona gris», el ingeniero y profesor Pedro Penso centró su intervención en denunciar lo que calificó como una guerra invisible y no convencional contra Venezuela.
«Hoy enfrentamos una guerra sin uniforme, sin balas convencionales. Es una confrontación en zona gris, donde el imperialismo despliega todo su arsenal de dominación en un limbo entre la paz y la guerra. Un conflicto calculado para asfixiar revoluciones, sin cruzar el umbral que desate la furia continental», dijo.
El director del Centro de Investigación de Lauicom destacó que esta guerra se libra en las sombras con armas no convencionales que no dejan cráteres, pero que destruyen hospitales, escuelas y la esperanza del pueblo. «Una guerra donde las armas son hashtags, bloqueo económico y estrangulamiento financiero», detalló.
Pedro Penso ubicó esta confrontación dentro de una doctrina denominada por la tradición militar china como «guerra irrestricta»: un tipo de conflicto cuya única regla es que no hay reglas. Según indicó, este tipo de guerra contempla múltiples fases, y una de las más decisivas —afirmó— es la que definió como «la tramoya imperial»; es decir: la batalla discursiva.
El expositor explicó que esta fase inicial es «la batalla de las palabras», el terreno donde se construyen mentiras repetidas hasta consolidarse como sentido común. Como ejemplo, denunció que «A la [Revolución Boliviana] la llaman dictadura, pero omiten que hemos tenido 28 elecciones auditadas por las Naciones Unidas», refirió.
Igualmente, señaló que la mediática occidental habla de crisis humanitaria en Venezuela sin reconocer que el bloqueo económico impide la compra de medicinas, alimentos y repuestos esenciales para el funcionamiento de los servicios públicos.
En este contexto, según Pedro Penso las plataformas y las redes sociales digitales se convierten en armas operativas de esta guerra. Citó el caso del hashtag #VenezuelaColapsa, impulsado con financiamiento de la agencia estadounidense USAID, como parte de una ofensiva mediática articulada. «Las grandes corporaciones mediáticas internacionales también constituyen un arma que el enemigo utiliza contra nosotros», sostuvo.
Destacó que la principal forma de defensa del pueblo venezolano ha sido su capacidad de construir respuestas colectivas frente al asedio. «Por eso tenemos jóvenes documentando en TikTok procesos de siembra, procesos de avance de lo que estamos haciendo», señaló.
Pedro Penso subrayó que las denuncias sobre el impacto de las medidas coercitivas unilaterales han sido llevadas ante instancias internacionales con pruebas documentadas.
El profesor en la Universidad Internacional de las Comunicaciones denunció que esas mal llamadas «sanciones» —que, en realidad, son crímenes— son parte de un dispositivo destinado a minar la esperanza de los pueblos que luchan por su auténtica emancipación. «El imperio sabe que para derrotar pueblos libres primero debe envenenar su conciencia», recalcó.
Pedro Penso insistió en que la propaganda —especialmente la digital— se ha convertido en una herramienta central para manipular emociones intensas, pero efímeras, como el miedo. A partir de ellas, dijo, el enemigo busca generar sentimientos que sirvan de base para la polarización social.
«La propaganda imperial se ha convertido en un constructor social del odio, en un instigador del miedo. El miedo produce intolerancia; la intolerancia, el rechazo y la segregación. Eso es lo que llamamos nosotros guerra cognitiva», sintetizó.
Pedro Penso señaló que el imperialismo recurre a múltiples estrategias simultáneamente, sin sincronización aparente, pero con gran efecto. «Cuando ellos aplican el cerco financiero, el estrangulamiento económico, las políticas migratorias y el desconocimiento del gobierno, lo hacen de forma simultánea, aunque sin una coordinación explícita. Ese patrón de acciones se conoce como “ataque en enjambre”», alegó.

«Todos estamos llamados a ser militantes de la palabra»
Con su ponencia titulada «Desafíos para una comunicación transformadora de la civilización del capital», el comunero caraqueño Erick Gutiérrez reflexionó sobre la urgencia de disputar el sentido común impuesto por la racionalidad capitalista.
En su intervención, recordó que «todos estamos llamados a ser militantes de la palabra. En comuna, debemos elevar el debate ideológico, especialmente en un momento histórico en que las redes sociales digitales constituyen el mecanismo que viene a completar el trabajo de una racionalidad que atenta contra la vida».
Para Erick Gutiérrez, el imperialismo no busca promover el pensamiento crítico, sino inducir comportamientos basados en el miedo y el odio. «No quieren que el pueblo razone, sino que se mueva sin pensar», advirtió.
Frente a esta ofensiva, reivindicó la necesidad de razonar, de manejar las emociones, y sobre todo de construir y difundir información estratégica desde las bases populares. «Para que el pueblo tenga esas herramientas y pueda hacer la batalla de las ideas que nos convocó el comandante Hugo Chávez», afirmó.
Gutiérrez sostuvo que, desde la modernidad, se ha construido la premisa de que el ser humano es egoísta y malo por naturaleza. «Con las plataformas digitales quieren reforzar en nosotros la lógica moderna/capitalista. Esa racionalidad que, como dice el maestro Franz Hinkelammert, “… ha hecho desarrollar la creencia de que humanamente es imposible producir un mundo justo y que lo único que queda es convivir con la injusticia, el hambre y la destrucción de la naturaleza”»
Asociando modernidad y colonialidad, el investigador de la Universidad Internacional de las Comunicaciones afirmó que estas se nos han intentado imponer desde hace más de cinco siglos, y que ha sido legitimada por el pensamiento liberal, que coloca al individuo como centro del universo y al deseo personal como motor del progreso. «A lo mejor ellos son así, pero nosotros no somos así, ni tenemos por qué ser así», subrayó.
Para referir cómo la cultura digital reproduce esta visión individualista, Gutiérrez hizo una metáfora con el acto de tomarse una selfi: «Cuando te tomas el selfi, quien aparece eres tú… con suerte, algo más queda borroso en el fondo. Este es el método perfecto de esta civilización de muerte». Frente a este razonamiento —agregó— no se trata de verse a uno mismo en la pantalla, sino de «verse en el otro», como principio fundamental de una comunicación ética y transformadora.
Erick Gutiérrez, quien también es abogado, abordó la necesidad de enfrentar la llamada colonialidad digital a través de prácticas comunicacionales arraigadas en los territorios.
Planteó que la resistencia debe emerger desde lo cotidiano, mediante formas de comunicación directa que desafíen la hegemonía de las plataformas tecnológicas. «¿Cómo podemos enfrentarla? A través de la resistencia territorial. Ya lo estamos haciendo: se narra en las conversaciones cara a cara, en el uso de dispositivos en desuso como boletines barriales, fanzines y folletos que circulan de mano en mano, dejando huella. Estas prácticas, como diría Gustavo Esteva bajo el concepto de “comunicalicracia”, son formas de comunicación territorial que se expresan mediante acción directa en plazas, playas, patios, paredes, calles, formas que manifiestan una condición comunal en nosotros», argumentó.
Erick Gutiérrez profundizó en la crítica a las formas sutiles de dominación que persisten en los ámbitos del conocimiento, la estética y la sensibilidad. «Hay una colonialidad del saber», advirtió, y llamó a desprenderse del pensamiento eurocéntrico como único marco interpretativo de la comunicación.
Invitó a pensar desde nosotros mismos, desde nuestras realidades y referencias culturales propias, «no desde los libros, ni desde la academia, ni desde lo que dicen los teóricos norteamericanos o europeos, sino desde nuestros autores», expresó.
El comunero caraqueño denunció que el imaginario del American Way of Life funciona como una trampa estética que modela deseos, estilos de vida y patrones de consumo. «¡Eso es un embuste!», sentenció.
Exhortó a descolonizar no solo las estructuras materiales, sino también lo simbólico. «Esto tiene que ver con el colonialismo estético: una colonización previa de nuestros gustos, de cómo nos divertimos, de cómo nos distraemos. Ese es un territorio pendiente de descolonización. Descolonizarnos en este plano exige aprender a comprender, a ver, a escuchar, a pensar y a sentir desde la perspectiva de los pueblos originarios. Ellos han desarrollado saberes, habilidades y formas de percepción que llaman “cosmoaudición”: una manera de pensar y actuar desde la escucha, integrando a la naturaleza y al cosmos como fuentes vivas de aprendizaje y convivencia. Se trata de una comunidad dialógica, concebida desde la práctica de los pueblos, que no solo nos ofrece otra forma de entender la comunicación humana, sino que nos invita a aprender a escuchar lo que nos rodea —donde todo y todos somos necesarios— y, a partir de allí, crear soluciones comunes frente a nuestras necesidades y problemas. Yo viví con pueblos indígenas y puedo decirlo con certeza: ellos escuchan el viento, escuchan los árboles, escuchan a los animales… y se escuchan entre ellos», comentó.
Para culminar, Erick Gutiérrez envió un mensaje de reflexión: «La mirada del prójimo es el reflejo de nuestra propia vida. Nos descubrimos al verlo. Y su presencia es necesaria porque el ser humano necesita verse a sí mismo. Se vive en plenitud cuando uno se contempla, no en el espejo inerte que solo devuelve una imagen, sino en el espejo vivo del otro. El otro es el reflejo de lo que somos: nuestras virtudes y nuestras fallas. Es en ese encuentro con el otro donde, en verdad, me reconozco».

«Una comunidad existe en la medida en que se repiensa»
Durante su ponencia catalogada como «La epifanía como utopía y la utopía como epifanía en el mundo de la vida provincial/barrial en Venezuela», el investigador y docente venezolano Luis Delgado Arria reflexionó sobre la construcción comunal como un proceso existencial, ético, espiritual y político.
«Entender la comuna, en esta encrucijada histórica, es entenderla desde el desafío digital, ¡la agonía digital! Pensar cómo avanzamos hacia una comunidad de vida nos exige pensar cada cosa que estamos haciendo, en el marco de una guerra cognitiva, geopolítica, y entender los desafíos del mundo desde la pantalla (que propicia la imposición del sujeto moderno sobre el sujeto comunitario). Debemos ser muy cuidadosos, porque la guerra cognitiva tiene muchas víctimas, sobre todo los más indefensos», declaró.
En este aspecto, advirtió que vivimos en un mundo donde cada vez más niños y niñas son víctimas de la guerra cognitiva, al quedar aislados desde edades tempranas por el uso del celular y las redes sociales digitales. «Hay bebés de apenas uno o dos meses que ya están viendo un celular», denunció.
Señaló que esta forma de colonización no es casual. «Esta guerra tiene todos los agravantes del delito: premeditación, alevosía, nocturnidad, superioridad física y agavillamiento», expresó.
A partir de esa crítica, Luis Delgado Arria planteó la necesidad de construir una comunidad de vida. «Galeano nos recordaba que la utopía es como el horizonte: caminamos hacia él, y aunque avancemos, siempre se aleja un poco más. Sin embargo, su valor radica en que nos impulsa a seguir caminando. Esa reflexión, tan sugerente, también nos invita a ser críticos y cuidadosos con las utopías, ya que muchas veces se asocian con el utopismo, con aquello que no es alcanzable, que no resulta objetivamente realizable en la historia».
Sin embargo, el vicerrector de Investigación y Creación Intelectual de la Universidad Internacional de las Comunicaciones alertó también sobre los peligros del utopismo vacío, del vanguardismo sin pueblo y de los «falsos comunalismos» que derivan en caudillismos, tribalismos y mezquindades. «Donde se impone el sujeto moderno por sobre el horizonte comunal», precisó.
Citó a los epistemólogos de la derecha, quienes definen la política como la ciencia de lo posible, y contrapuso a ello una definición nacida desde abajo: «La política es el arte de hacer posible lo imposible».
El también poeta Luis Delgado Arria insistió en la necesidad de entender qué es el pueblo, y cuándo este se convierte realmente en pueblo: «El pueblo en sí y para sí», como lo expresan los pensadores bolivianos descoloniales Juan José y Rafael Bautista: «El pueblo en tanto que pueblo»; es decir: cuando el pueblo tiene conciencia y es capaz de actuar desplegando esa conciencia.
«El primer gran maestro de esta revolución ha sido —y sigue siendo— nuestro hermoso y humilde pueblo. Él nos ha enseñado, con voz clara y persistente, que la política es el arte de hacer posible lo imposible. Y vaya que ha sido imposible resistir esta guerra inmisericorde que nos han impuesto. No lo decimos nosotros: lo afirman los propios teóricos de la derecha estadounidense. Han llegado a reconocer que la guerra librada contra Venezuela ha tenido una eficacia comparable —o incluso superior— a la de una conflagración nuclear. Lo dicen ellos mismos», contó.
Agregó que el pueblo venezolano «ha resistido desde esa dimensión inasible, pero cotidiana que se llama fe, esperanza, utopía; esa utopía que se despliega como una situación milagrosa», apuntó.
Luis Delgado Arria evocó una anécdota compartida por Hugo Chávez: cuando se que creía que el Movimiento Revolucionario 200 agrupaba a 200 comandantes, cuando en realidad eran apenas una docena. «Y uno de esos era Chávez», recordó, para referir, que la revolución no se mide en cifras, sino en fuerza epifánica, en voluntad de transformación que escapa a toda lógica burocrática o económica.
«La revolución tiene una dimensión que no pueden entender ni los economistas, ni los mercadólogos, ni los burócratas. Esa aspiración a lo inenarrable, a lo imposible, no quiere decir en lo absoluto que todo sea fácil», afirmó.
Redacción: José Tomedes Gutiérrez


