Investigadores venezolanos: Agua y alimentos deben estar en el ABC de la conversación en la comuna

Caracas, 29 de abril de 2025 (Prensa Mincomunas).- “Pensar en colectivo, en cualquier espacio, y especialmente en la comuna, es uno de los mayores retos que enfrentamos”. Así lo apuntó el investigador venezolano Éder Peña.

Durante su participación en el programa “En clave comunal”, moderado por la periodista Nerliny Carucí, el especialista en agroecología dijo que lo primero que se debe señalar es que el sistema global “se opone al pensamiento, especialmente al pensamiento colectivo. Este sistema, diseñado por quienes controlan el modo de producción, ve en el pensamiento una amenaza”, acentúo.

Sobre Venezuela en particular, Éder Peña expresó que pensar en colectivo y planificar dentro del marco de la Revolución Bolivariana —que ya suma 25 años— es un reto complejo, pero indispensable. “Tenemos un modo de producción diseñado por un sistema [global] para servir los intereses de unos pocos, donde el colectivo, la comuna y la masa trabajadora enfrentan el desafío de pensar, planificar y diseñar un nuevo modo de producción que no destruya la naturaleza [no humana] ni explote la fuerza de trabajo ni las conciencias de las personas. En Venezuela, asumimos ese reto y vamos con pasos hacia adelante”, afirmó.

En referencia a las medidas coercitivas unilaterales del imperialismo hacia Venezuela, el investigador señaló que el enemigo ha demostrado claramente su intención de dificultar cualquier pensamiento que trascienda la necesidad, el hambre, el miedo y la ignorancia. “Este es precisamente el reto que enfrentamos. En esta mentalidad de guerra, acelerada por el señor [Donald] Trump, resulta especialmente complicado que la gente pueda reflexionar. Sin embargo, este es un país que ha decidido pensar, y esa capacidad de reflexión es, precisamente, lo que buscan contrarrestar”, manifestó.

Pensar para transformar

En el contexto de la entrevista dirigida por Nerliny Carucí en el programa “En clave comunal”, el investigador Francisco Herrera reflexionó sobre los desafíos que enfrenta Venezuela en su transición hacia el ecosocialismo, en el ámbito de las Siete Transformaciones.

El doctor en Ecología de Suelos destacó que el acto de pensar no debe ser visto como algo trivial o espontáneo, sino como un proceso que surge de preocupaciones intensas, generalmente relacionadas con consecuencias colectivas y no individuales.

“En los últimos días y meses se ha hablado mucho sobre la crisis de la geopolítica planetaria, pues el mundo unipolar está mostrando claras señales de transformación, lo que ha impulsado el debate sobre la transición hacia un mundo multipolar. Sin embargo, esta discusión no es nueva; de hecho, lleva más de 50 años en curso. La geopolítica moderna no es tan antigua: podríamos situarla, siendo generosos, en la etapa posterior a la pos-Primera Guerra Mundial, para no solo ubicarla en la pos-Segunda Guerra Mundial. Es una escala de tiempo en la cual tú puedes fundar tu pensamiento. Por otro lado, se plantea una crítica profunda al sistema que ha configurado nuestras formas de producción y existencia: el capitalismo. No solo como modo de producción, como nos los han enseñado, sino como una cultura, una forma de concebir la vida y los sueños de los seres humanos. Por ello, la crítica al capitalismo es una reflexión con al menos 500 años de fundamento”, explicó Francisco Herrera.

El biólogo venezolano subrayó, además, que el panorama actual también está marcado por la crisis ambiental, una amenaza que pone en riesgo el sustento ecológico del planeta en las próximas décadas. “Si entendemos la crisis ambiental planetaria en su concepto más amplio, nos obliga a reflexionar sobre el hecho de que, en pocas décadas, nuestro planeta cambiará drásticamente en términos ecológicos. Las condiciones que sustentan la vida serán distintas a las que han predominado en los últimos 15 000 a 100 000 años”, alertó.

En tal sentido, Francisco Herrera estableció una distinción fundamental entre pensar en términos de resistencia y pensar en términos de transformación. “Estar en resistencia implica un esfuerzo constante por no sucumbir —como lo ha hecho Venezuela frente a medidas coercitivas unilaterales—; esa es la esencia de la resistencia. Pero cuando se piensa en términos de transformación, el escenario cambia. Entonces surge la pregunta: dentro de las Siete Transformaciones, o en cualquier debate actual, ¿en qué momento pensamos desde la resistencia sustantivizada y en qué momento lo hacemos desde horizontes de sentido que proyectan el futuro, no solo a uno o dos años, sino a cinco, diez, quince o veinte años? Para mí, son dos formas de pensar distintas, con bases históricas diferentes —quizás dos, tres o incluso cuatro— que nos invitan a una reflexión profunda”, expuso.

La crisis ambiental como motor para repensar la vida

El investigador Éder Peña advirtió que la vida en la Tierra enfrenta fenómenos alarmantes como la sexta extinción masiva de especies, el agotamiento de las fuentes de energía y materiales, el agotamiento de las fuentes de agua dulce y el colapso de los procesos naturales, consecuencia del sistema moderno capitalista, un modelo depredador que pone en riesgo la supervivencia del planeta.

“La vida, tal como la conocemos, está transformándose y generando cambios profundos en nuestros patrones y procesos cotidianos: alimentación, energía, movilidad y estabilidad. La estabilidad, algo que valoramos y que ha permitido el éxito de la especie humana en los ecosistemas, nos ha dado la capacidad de construir puertos, barcos y desplazarnos libremente. Esa comprensión de la vida está evolucionando. Nos enfrentamos a una crisis integral que no solo involucra el clima, sino también el acceso a los alimentos, la energía, el agua e incluso lo que la Constitución define como un ambiente sano”, indicó.

En este contexto, el analista geopolítico enfatizó que el gran desafío no radica solo en resistir, sino en simultáneamente pensar y diseñar un nuevo modo de vida. Declaró que es imperativo que las comunas tomen el liderazgo en repensar y transformar los patrones actuales de existencia.

“La comuna es fundamental, ya que representa el núcleo organizativo. Ahora bien, es necesario replantearse cómo piensa una comuna urbana en comparación con una rural. Estos son frentes que deben ser destacados. Sin embargo, el panorama es complejo y no existen recetas únicas”, reconoció Éder Peña.

Agua y alimentos, pilares del debate ambiental

En el contexto de la crisis ambiental global, el ecólogo Francisco Herrera señaló que gran parte de los debates en torno al agua tienden a atribuir los problemas actuales a la falta de inversión o tecnología. Sin embargo, aseguró que estos desafíos van más allá de cuestiones técnicas o políticas, apuntando a una crisis sistémica que afecta las bases mismas de la reproducción de la vida en el planeta.

“Podría dar innumerables ejemplos de países desarrollados, con altos niveles tecnológicos y planificación hídrica a 20, 30 o 40 años, que han quedado en jaque por una sequía de solo un año. Un caso reciente fue Francia en 2023. A lo que voy es que no se trata de problemas políticos ni tecnológicos. El acceso al agua —y, con ello, el acceso a los alimentos— es hoy, sin duda, uno de los temas más críticos. Y cuando hablo de acceso, no me refiero solo al agua que sale por un tubo, sino a la cercanía con las fuentes de agua. Estos deben ser los temas centrales de la conversación en las comunas, sean rurales o urbanas: agua y alimentos, el ABC de la supervivencia”, enfatizó.

El acceso al agua y los alimentos, explicó Francisco Herrera, debe ser entendido desde una perspectiva integral y no mediado por los imaginarios del capitalismo, que reduce estos elementos esenciales a bienes de mercado. Dijo que más que pensar en el agua como algo que simplemente “sale del grifo” o en los alimentos como productos del supermercado, el investigador comunitario llamó a las comunas —tanto rurales como urbanas— a colocar estos temas en el centro de sus debates y acciones. “Lo que está en jaque son las posibilidades de reproducción de la vida en el planeta”, alertó.

Por su parte, Éder Peña destacó que la clave para abordar estos retos radica en analizar la cultura del agua que prevalece en las comunidades.

El investigador explicó que actualmente impera una “cultura fabril” del agua, que la percibe como mercancía o como un simple servicio público, pero no como un bien esencial. Esta visión limitada dificulta que las comunas, ya sean urbanas o rurales, adopten una perspectiva integral sobre los procesos necesarios para garantizar el acceso al agua.

El analista Éder Peña señaló que, en contextos urbanos como el de Petare, en el estado Miranda, el agua es frecuentemente entendida únicamente como algo que debe salir del grifo, sin reflexionar sobre los complejos procesos detrás de su disponibilidad.

Peña enfatizó que el acceso al agua no es un proceso aislado, sino el resultado de una serie de intervenciones tanto naturales como humanas. Comentó que en ciudades como Caracas, el agua llega a los hogares mediante un sistema que requiere inversión energética y material, además de la intervención de territorios para la construcción de embalses.

Resaltó la necesidad de generar conciencia sobre estos procesos, instando a la población a reflexionar sobre cómo llega el agua y cómo su uso afecta la vida cotidiana. Además de evitar el desperdicio, Peña subrayó la importancia de “sembrar agua”; es decir: de crear condiciones que aseguren su disponibilidad sostenible. Detalló que en los barrios, por ejemplo, esto implica diseñar estrategias para evitar problemas derivados del exceso de agua, como filtraciones que debilitan estructuras y afectan viviendas.

“Se nos ha llevado a vivir de espaldas, a cómo llega el agua y a los beneficios que nos aporta. Incluir este tema en los planteamientos o nominaciones para la consulta popular es fundamental. Los sistemas de captación de agua de lluvia son clave. De hecho, ya existen experiencias en muchos barrios que han sido institucionalizadas, aunque desde siempre las comunidades han capturado y reutilizado el agua como parte de su cotidianidad”, recalcó.

Peña indicó que las fluctuaciones en el precio del petróleo han afectado directamente el acceso al agua en Venezuela, con efectos profundos tras el bloqueo impuesto después del Decreto Obama. Argumentó que Caracas, aunque fue planificada, lo fue con una lógica de concentración de mano de obra marginada, relegando la garantía de servicios básicos a un segundo plano.

“Fue planificada, sin duda, en función del capital. Quizá lo más difícil para una comunidad o una comuna sea gestionar esta realidad. Esto ha llevado a la búsqueda de fuentes alternativas de agua, fuentes no convencionales, lo que también ha generado consecuencias ambientales”, sostuvo el biólogo venezolano.

La crisis del agua subterránea

El especialista del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) Francisco Herrera expuso la creciente preocupación por el acceso al agua subterránea en Venezuela, un fenómeno que tradicionalmente predominaba en comunidades rurales, pero que, en los últimos años, ha cobrado fuerza en los espacios urbanos.

“Hace 5, 10 o 15 años, era muy común en el ámbito rural que las comunidades, las poblaciones pequeñas y los caseríos evocaran la idea del pozo de agua; es decir: el acceso al agua subterránea. Sin embargo, en los últimos 5 u 8 años, ha llamado la atención el creciente interés en el ámbito urbano por el acceso a las aguas subterráneas. En las ciudades, la complejidad de este tema se acentúa debido a la presencia de aguas no gestionadas, lo que dificulta conocer la composición y calidad de esos cuerpos de agua”, expuso.

En este aspecto, el investigador advirtió sobre los riesgos de no comprender adecuadamente el funcionamiento de los acuíferos. Alegó que extraer agua a grandes profundidades implica costos energéticos elevados y puede generar un ciclo de deficiencia que afecta tanto el suministro de agua como el sistema energético. Además, la falta de control sobre la calidad del agua subterránea en zonas urbanas, donde existen contaminantes como aceites y químicos industriales, representa un riesgo sanitario significativo.

“Por otro lado, muchos organismos vivos —en particular los microorganismos— pueden sobrevivir en cuerpos de agua subterránea. El imaginario de que un manantial es prístino solo por su condición de ser manantial no siempre es cierto en ambientes urbanos. A corto plazo, el problema es acceder a agua de calidad que no cause enfermedades; a largo plazo, el verdadero desafío es comprender la complejidad de la problemática del agua”, abordó.

Francisco Herrera también destacó que los cambios en el entorno urbano han alterado los patrones naturales de agua. Apuntó que Caracas, por ejemplo, fue diseñada para una élite con cinturones de trabajadores marginados y una infraestructura hídrica dependiente de temporadas de lluvia y quebradas que fueron progresivamente embauladas. Sin embargo, comentó que la crisis ambiental global plantea nuevos desafíos, y si los embalses de Guatopo, Barlovento o Guri pierden capacidad, Caracas enfrentará un escenario crítico que podría reducir drásticamente su población.

“La pregunta es si, en el proceso de reflexión, en lugar de avanzar sin cuestionamientos, reconfiguramos nuestra interpretación de cómo habitamos el planeta. ¿Cuántas personas viven en el semiárido larense? Quizás la mayor población sea la de Carora, con aproximadamente 100 000 o 120 000 habitantes. ¿Por qué no existe una ciudad de 5 millones de habitantes en esta región? Porque las condiciones ambientales han hecho inviable su desarrollo a esa escala”, ejemplificó.

El ecólogo caraqueño subrayó que la sobreexplotación de acuíferos no solo amenaza el acceso al agua, sino que también puede llevar a su salinización, haciendo inviable el riego agrícola y la producción de alimentos. En este contexto, instó a abandonar la lógica de resistencia pasiva y avanzar hacia un pensamiento estratégico que supere las limitaciones impuestas por el capitalismo y sus modelos de explotación de recursos.

“Entonces, cuando hablamos de pensar [para transformar], como mencionamos al inicio del programa “En clave comunal”, por eso he planteado distintas escalas temporales. Ese es el tipo de pensamiento al que estamos invitados. No se trata de un pensamiento paliativo, porque la resistencia nos ha llevado, una y otra vez, a simplemente mitigar la realidad impuesta por el capitalismo. La verdadera pregunta es: ¿podemos ir más allá del imaginario del capitalismo?”, precisó Herrera.

La necesidad de otras formas de territorialidad

El especialista en agroecología insurgente Éder Peña abordó el concepto del derecho a la ciudad en el marco de la crisis ambiental global y la planificación colectiva impulsada por el presidente Nicolás Maduro.

Peña planteó que, si el derecho a la ciudad se concibe como un derecho a la vida plena en comunidad, es una certeza. Sin embargo, si se asocia al modelo de ciudad tal como está diseñado actualmente, se convierte en incertidumbre.

El investigador enfatizó que el futuro de las ciudades en este contexto es difícil de prever, pues depende de la capacidad de adaptación de sus habitantes y del Estado frente a lo indeterminado. Esta capacidad de reacción se traduce en resiliencia, es decir, en la posibilidad de enfrentar crisis sin que las afectaciones sean catastróficas.

“O sea, si ocurre una vaguada, en lugar de provocar el colapso de 250 mil viviendas, el impacto podría reducirse a la pérdida de 50 casas. Esto permitiría a la ciudad soportar mejor la incertidumbre y afrontar el embate de la crisis con mayor preparación. Sin embargo, el problema radica en que las ciudades, incluida Caracas, fueron concebidas bajo una lógica distinta, alejada de la resiliencia necesaria para enfrentar los desafíos actuales”, aclaró.

A este respecto, Éder Peña dijo que se debe apuntar a la interconexión y a la organización comunitaria, no solo para resistir, sino para avanzar hacia otras formas de territorialidad que garanticen y reproduzcan la vida. La pregunta central, según el investigador, es: ¿hacia dónde queremos avanzar?

La cultura de la conciencia

Francisco Herrera reflexionó sobre la necesidad de desarrollar una cultura de la conciencia para abordar los desafíos ambientales que enfrenta Venezuela. Según el investigador, el principal obstáculo es el quiebre cultural que ha llevado a la población a alejarse del conocimiento sobre el origen del agua, los alimentos y la identidad.

“El quiebre cultural radica en que nos hemos alienado, alejándonos de la comprensión sobre el origen del agua, los alimentos y nuestra verdadera identidad. Sin embargo, considero que el proceso venezolano ha dado con una de las claves para revertir esta desconexión. El desafío ahora es definir cómo lograrlo: que cada persona se familiarice con el origen de su agua, entienda qué es el agua, conozca de dónde provienen sus alimentos, cómo debería alimentarse y cuáles son los cultivos más apropiados para sembrar en su entorno. Es decir: ¿debo sembrar maíz o yuca? ¿Cuáles son los suelos adecuados? Se trata de generar una reconexión con los elementos esenciales de la vida, que para mí son el agua, la energía y los alimentos. Y cuando hablamos de energía, hay dos fuentes fundamentales: la fotosíntesis y la capacidad de trabajo humano”, explicó.

En este sentido, Herrera declaró que repensar estos temas ayudaría a filtrar las distracciones y enfocarse en lo que realmente importa: los satisfactores fundamentales para la vida.

Repensar la industrialización desde la comuna

En la conversa que se suscitó en el programa “En clave comunal”, Éder Peña habló sobre la industrialización. En este contexto, el científico del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) señaló que la fábrica, históricamente concebida como el templo del capitalismo, ha servido como mecanismo de control, concentrando la mano de obra y la energía humana en un solo lugar. Sin embargo, Peña dejó claro que el desafío no es renunciar a la producción industrial, sino replantearla desde una perspectiva diferente.

“El desafío de la comuna en términos de industrialización radica en la necesidad de pensar en modelos a pequeña escala. No se trata de adoptar la mentalidad megalómana de fábricas gigantes con cadenas de producción masiva, ya que lo que produce la comuna —lo que debería producir para su autosatisfacción e intercambio con otras comunas— no responde a las mismas necesidades de las corporaciones internacionales. Si el objetivo es procesar alimentos o incluso maquinaria pequeña, esto puede realizarse de manera escalable, porque precisamente ahí radica la clave: en las escalas de producción”, sustentó Peña.

El biólogo enfatizó que la industrialización a nivel comunal no es un proceso complejo en sí mismo. Lo verdaderamente complicado, según Peña, es cómo la gente asume la producción industrial y la fabricación de artefactos.

Repensar el ecosocialismo y el impacto de la ciencia

Sobre el ecosocialismo, Francisco Herrera manifestó que uno de los primeros obstáculos es la falta de una comprensión clara sobre qué significa realmente este concepto.

“A veces, me parece que el ecosocialismo, en el imaginario de muchas personas, se asemeja a la socialdemocracia europea: una sociedad donde todos viven con estándares burgueses, con altos niveles, pero con calles limpias y ríos descontaminados. Sin embargo, la socialdemocracia europea solo pudo consolidarse sobre la base de una África, una América Latina y un sureste asiático subyugados. Por lo tanto, no podemos pensar el ecosocialismo desde esa lógica. Esto nos plantea un reto fundamental: repensar qué entendemos por ecosocialismo. Y aquí la tarea es enorme, porque no estamos reflexionando desde cualquier momento histórico”, alegó.

Ambos científicos, Francisco Herrera y Éder Peña, coinciden en que las propuestas no pueden seguir partiendo de la premisa de una energía barata y abundante, ya que ese es el imaginario que nos ha llevado a las crisis que tenemos hoy.

“Todas las instituciones científicas y las ideas de los científicos parten de la premisa de una energía barata y abundante, así como de una disponibilidad ilimitada de materiales. La pregunta es: considerar los avances tecnológicos y los hallazgos científicos, desarrollados bajo la suposición de energía accesible y recursos infinitos, ¿es realmente un progreso o, en cambio, parte del problema? Porque estas tecnologías nuevas ya presuponen el deterioro de la naturaleza [no humana], tanto en la producción como en el desecho. Entonces, ¿tendríamos que hacer una ciencia distinta?”, preguntó.

La esperanza en la construcción colectiva

Referente a la pregunta de un comunero sobre cómo generar conciencia sin caer en la desesperanza o la impotencia, el investigador Éder Peña dijo que la clave radica en no estar solo. La conexión con otros, el trabajo en conjunto y la solidaridad dentro de la comuna permiten enfrentar cualquier adversidad, por oscura que parezca.

“Somos una especie que ha crecido percibiendo la naturaleza [no humana] como una adversidad. Sin embargo, la mayor soledad del ser humano es precisamente su desconexión con ella. No estar solo implica mantenerse vinculado con la naturaleza [humana y no humana]. De ahí, la importancia de la comuna. Puede sonar idealista, incluso hippie, pero es una verdad fundamental”, afirmó.

En este sentido, y para finalizar la conversa radial, Peña planteó que la construcción en colectivo, la conexión con la naturaleza no humana y el aprendizaje compartido son claves para enfrentar la crisis sin caer en el desánimo.

Redacción: José Tomedes Gutiérrez

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