Caracas, 4 de septiembre de 2024 (Prensa Mincomunas). De acuerdo con el investigador venezolano Daniel Lew, el proyecto moderno ha invadido el planeta y ha influido en el imaginario de los liderazgos políticos en todo el mundo.
Según Daniel Lew, se ha construido la idea de que el “desarrollo” es algo bueno. “Este imaginario se centra en la idea del crecimiento. Se ha construido la noción de que el ‘desarrollo’, aunque nadie puede definirlo con precisión, es algo bueno, deseable, necesario e inevitable. Por lo tanto, todos los países deberían aspirar a ‘desarrollarse’”, explicó.
El científico venezolano destacó que el “desarrollo” se entiende principalmente como crecimiento económico. Precisó que este crecimiento es un ejercicio dentro de una economía de mercado global, donde el éxito económico se mide por la capacidad de generar una rentabilidad superior en un período determinado en comparación con el anterior: “Esto implica que cada año se debe consumir más naturaleza y energía para producir más que en el período precedente”.
En tal sentido, Daniel Lew reiteró que se establece una lógica en la que, “al insertarnos en esa mecánica, estamos contribuyendo al crecimiento del país. Es evidente que esta lógica debe ser desmontada”.
Lew subrayó que esta lógica es difícil de abandonar, ya que todo el mecanismo global está basado en el principio de la competencia. “Para abaratar costos de producción, se precariza el trabajo humano y se explota la naturaleza no humana, trasladando los pasivos ambientales a las comunidades locales, que sufren condiciones desfavorables para la vida”, dijo el ecólogo venezolano, durante una entrevista que ofreció para el programa radial “En clave comunal”.
Insistió que esta lógica de crecimiento no solo es insostenible, sino que también es perjudicial para el bienestar humano y la naturaleza no humana.
Producción comunitaria y satisfacción de necesidades
Durante el programa radiofónico, moderado por la periodista Nerliny Carucí, el investigador del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Daniel Lew, destacó la importancia de reorientar la producción hacia la satisfacción de necesidades comunitarias, en lugar de centrarse en la ganancia como lo impone el capitalismo.
Lew subrayó que la pregunta clave es ¿qué son las necesidades? En este contexto, el biólogo recomendó el libro “Desarrollo a escala humana”, de Max-Neef y colaboradores (1986), que sostiene que las necesidades humanas son universales y atemporales. “Según Max-Neef, las necesidades van más allá de lo básico como comer, respirar y beber agua; incluyen aspectos psicológicos, espirituales y culturales”, citó Lew.
Daniel Lew aseguró que, “en la medida que podamos conectar con las necesidades reales y romper con la lógica moderna de que el objetivo es la ganancia, la cual supuestamente cubre las necesidades de todos los habitantes de un país, estaremos modificando no solo las relaciones humanas, sino también la relación con la naturaleza no humana”.
Apuntó que el punto clave radica en identificar la necesidad a la que se dirige la producción. Recalcó que esta debe orientarse a satisfacer tanto necesidades comunitarias como singulares, las cuales, evidentemente, están impregnadas de identidad.
“La modernidad dijo que la forma más civilizada y avanzada de desarrollo humano era la europea de los siglos XVI y XVII, y que todas las demás civilizaciones y culturas del planeta eran evidencia de un pasado con civilizaciones más primitivas. Esto implicaba que las civilizaciones encontradas por los españoles en América eran más atrasadas que las europeas, aunque muchas evidencias demuestran lo contrario. Sin embargo, al imponer la cultura moderna a sangre y fuego, se proclamó que todas las soluciones modernas eran las únicas válidas. La realidad es que un esquimal construye un iglú, en el Ártico; y un warao fabrica un palafito, en el Delta del Orinoco”, ejemplificó Lew.
En este aspecto, el investigador venezolano indicó que las respuestas a las necesidades humanas surgen de contextos históricos y culturales específicos: “En efecto, un warao no construye un iglú porque no vive en un entorno nevado ni enfrenta un clima frío, y no dispone de los recursos necesarios para ello. Pretender que las soluciones y los modos productivos de la modernidad son universales y aplicables a cualquier sociedad son una de las mayores estafas de este sistema”.
Consecuencias del modo de producción de la economía de mercado
El ecólogo Daniel Lew comentó que una de las consecuencias fundamentales del modo de producción de la economía de mercado es la pérdida de vínculo y relación con la naturaleza no humana. “La naturaleza, que proporciona las condiciones para la vida, está en conflicto con el modelo de ‘desarrollo’”, afirmó.
Criticó el fetiche del conocimiento y la tecnología, señaló que cada desarrollo tecnológico dirigido a maximizar la eficiencia de la producción para la ganancia no corrige la forma de producción para hacerla armónica con la naturaleza no humana. Al contrario, se espera que un nuevo desarrollo tecnológico resuelva los problemas derivados de los anteriores, lo que ha llevado a una cadena de catástrofes climáticas.
“Siempre se presenta un nuevo fetiche de desarrollo tecnológico como solución a los problemas, el “desarrollo” siempre se percibe como un avance. Por eso, ante los problemas ambientales que genera el conocimiento y la tecnología al servicio de la producción de mercado, se tiende a huir hacia adelante, complicando las cosas en lugar de resolverlas”, puntualizó.
La producción y el mercado
Lew citó a Marx para referir cómo la producción no solo crea el producto, sino también al productor, el mercado y el consumidor. “La forma en que nos organizamos para producir puede determinar lo que podemos producir y, por lo tanto, no es fortuito todo lo que gira en torno al tema de la producción”, afirmó Lew.
El científico venezolano enfatizó la importancia de decidir si la producción debe orientarse hacia la competencia global de commodities o hacia la satisfacción de las necesidades comunales. “Pretender que todas las fuerzas vivas de una comunidad sean puestas al servicio de competir con las grandes transnacionales es una lógica fuera de lugar”, afirmó.
Daniel Lew señaló la importancia de ponderar por un modelo de producción de alimentos que responda a las necesidades y realidades locales, utilizando tecnologías y métodos que no se centren únicamente en la ganancia económica. Citó a la filósofa mexicana Katya Colmenares, quien sostiene que la vida en comunidad tiende a proteger los intereses colectivos sobre los individuales. “Es necesario un debate para determinar si producimos alimentos para generar dinero o para satisfacer las necesidades de la comunidad”, determinó.
Superar el colonialismo y el fetiche del progreso
Daniel Lew urgió a la necesidad de superar el colonialismo y las aspiraciones impuestas por las redes sociales digitales y otros medios, que promueven un imaginario de progreso y deseo desvinculado de la realidad local. “Por ejemplo, la realidad es que no deberíamos sembrar café en Canadá ni uvas en Venezuela para producir vino”, afirmó.
Remarcó, una vez más, que cada realidad ambiental y cultural impone sus propias limitaciones y oportunidades.
Argumentó que la economía debe traducirse en una respuesta a las necesidades locales, no en una economía global que destruye las relaciones humano-humano y humano-naturaleza no humana. “La capacidad de sostén de una comunidad viene de los recursos que su entorno le ofrece”, explicó.
En relación con eso, Lew citó a Max-Neef nuevamente para enfatizar que cada cultura resuelve sus problemas con tecnologías diferentes, adaptadas a sus necesidades y entorno.
El ecólogo venezolano criticó la Revolución Verde y la agricultura industrial, que se presentan como eficientes, pero consumen más energía y recursos de los que producen. “Para producir una caloría de alimento, se necesitan quemar 10 calorías de combustible”, indicó.
“En el conuco se invierte menos energía de la que se puede recuperar. La realidad es que la agricultura industrial, con suerte, llega a cubrir solo el 30 o 40 % de la demanda mundial de alimentos. En contraste, el 60, 70, o incluso 80 % de los alimentos provienen de unidades productivas familiares o de menor escala, que tienen niveles de eficiencia energética radicalmente diferentes a los que se nos vendieron con la Revolución Verde de la producción agrícola”, evidenció.
Lew manifestó que los paquetes tecnológicos vendidos como soluciones, incluyendo semillas transgénicas y agroquímicos, a menudo, consumen más recursos y dinero de lo que producen. “La tierra funciona sobre un conjunto de ciclos que cualquier conuquero puede manejar sin necesariamente recurrir a toda esta cantidad de inversiones tecnológicas (modernas) que lo que pretenden es dejar exhausta la tierra con tal de sacarle, en el más corto plazo, la más alta rentabilidad, cuando nosotros lo que necesitamos es garantizar que esas tierras sigan siendo cultivables de manera permanente”, afirmó.
Agricultura urbana y comunas
Sobre la orientación del presidente Nicolás Maduro de incorporar al equipo de Agricultura Urbana al colectivo de las Comunas y los Movimientos Sociales, Daniel Lew subrayó la importancia del cultivo de los alimentos como parte de la vida comunitaria, ya que la ciudad es por definición un espacio de individualidad, no de comunidad, es producto de la economía de mercado moderna, en la cual cada individuo se salva solo.
Lew expresó que “la realidad es que la posibilidad de producir los propios alimentos y producirlos ahora sobre la base de una lógica que invoca la comunidad como la unidad, digamos: por naturaleza, es fundamental en el momento histórico que vivimos”.