Modelo agroecológico se erige como un sistema alternativo económico y cultural frente a desafíos actuales

Caracas, 21 de febrero de 2024 (Prensa Mincomunas).- Como parte de las transformaciones planteadas en Venezuela en la nueva época de transición al socialismo, el ecólogo venezolano Francisco Herrera subraya que la agroecología se erige como una alternativa de vida frente al convencional modelo agroindustrial, destructivo de las relaciones humanas y de la naturaleza no humana.

“La agroecología no es un capricho: es, hoy, fundamentalmente, una transición que tiene que generar la población humana en el transcurso de los próximos lustros, si quiere tener opciones distintas de habitar el planeta”, expresa Francisco Herrera, en el programa radial «En clave comunal».

De acuerdo con el especialista del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), “la agroecología busca establecer una culturalidad distinta, no solo en la generación de los alimentos, sino en las formas de relación con la madre tierra”.

En tal sentido, Herrera explica que la agroecología propone transformar las relaciones sociales, que se generan en el modelo agroindustrial, en relaciones comunitarias. “Con la agroecología, además de poder generar soberanía alimentaria local, las personas pueden comenzar, de manera organizada, a generar los alimentos que sí quieren consumir. En el modelo agroindustrial a las personas no les preguntan cuáles son sus gustos culinarios, cuáles son los alimentos sanos que requieren. Cuando la agroecología aparece como una opción local, no solo modifica las técnicas con las cuales se generan los alimentos, sino que también modifica la salud colectiva de la comunidad y, con la salud colectiva, se modifican las relaciones colectivas”.

En este contexto, el investigador y educador popular refiere el ejemplo de la comunidad de El Valle, en Caracas, que se ha planteado como modo de vida la agroecología, ya que sus habitantes “son conscientes del agotamiento del modelo agroindustrial, que se manifiesta; por ejemplo, en una dieta que está atiborrada de azúcares, en refrescos, bebidas carbonatadas, atiborrada de carbohidratos altamente procesados en forma de harinas, que probablemente ya ni siquiera respetan su origen. Con ello, quiero decir que ya las comunidades comienzan a tener nociones muy claras que el modelo alimentario impuesto para las ciudades ni siquiera es sano”.

Ante este nivel de conciencia en las comunidades, Francisco Herrera dice que emergen nuevos retos: “Cómo sembrar en una ciudad diseñada para no sembrar, cómo tener espacios medianamente sanos en salud integral del suelo, acceso al agua, acceso a la materia orgánica, en una ciudad que no fue concebida para ello. Bueno… ese es el reto de las comunidades organizadas, no solo en el Movimiento Agroecológico Los Jardines de El Valle, sino en la totalidad de las ciudades del planeta”.

Territorios en disputa

El biólogo venezolano afirma que la mayoría de las iniciativas de agroecología urbana en Venezuela constituyen retos; “es decir, son retos porque están retando a la lógica de la ciudad que fundamenta el acceso a los alimentos en mercados o lugares que dispensen comida elaborada. Ya allí hay un desafío de cómo yo reto a esta ciudad moderna, liberal, burguesa, a que me dé un espacio para yo generar mis propios alimentos”.

Asegura que, por otro lado, “la mayoría, y si no todas las experiencias agroecológicas urbanas que uno tiene conciencia a nivel nacional, son escuelas de pensamiento; es decir: son lugares donde se congregan las personas a plantearse alternativas. ¿Qué termina ocurriendo en estos espacios? Que van descubriendo que existe un conjunto de rubros de ciclos cortos que contribuye al acceso a los alimentos de un grupo de familias cercanas a estos espacios; obviamente no se genera la totalidad de los alimentos, porque hay una desproporción entre la capacidad de trabajo, el acceso a las superficies de suelos de buena calidad en relación con la cantidad de personas que pudieran estar relacionadas con esta iniciativa; pero se comienza a generar una suerte de soberanía alimentaria parcial, que va dando luces de en qué dirección pudiesen ir los movimientos sociales, sobre todo los urbanos; en este caso, en la defensa de estos espacios y en el reclamo de nuevos lugares”.

Expone que, “en las ciudades, con la cultura moderna lo común desapareció; es decir: eso que llamamos lo común que constituye la comunidad, la comunalidad, desapareció desde el concepto de ciudad que tenemos hoy. Entonces, cómo rescatamos lo común en una ciudad que quedó dividida entre lo privado y lo público. Allí está un buen reto para las comunas”.

Modelo agroindustrial, sistema de muerte

En cuanto al modelo agroindustrial, el modelo de monocultivos tecnificados, el especialista del IVIC destaca que se ha mostrado y ha demostrado que es un sistema inviable. “Cuando un modelo es inviable, es que no se debería seguir reproduciendo porque atenta contra la vida”.

Detalla que el modelo industrial tiene asociado todo el modelo corporativo industrial de los alimentos. “Ya van dos o tres generaciones que las han educado convencidas, sobre todo las que hacen vida urbana, que la única manera de generar alimentos es a través del modelo tecnificado industrial. Al punto que, detrás de estas corporaciones, están las facultades de Agronomía que fueron instruidas, formadas o direccionadas por las mismas corporaciones”.

Sostiene que el sistema hegemónico ha vendido el imaginario de que solo a través del modelo agroindustrial se pueden generar alimentos para la población urbana; sabiendo que “esto es falso, porque más de las dos terceras partes de los alimentos del mundo no se generan en monocultivos, ni en el modelo agroindustrial, sino que se generan por agricultura familiar, de conuco o de pequeña superficie. Es decir: agricultura campesina, fundamentalmente”.

Francisco Herrera indica que además de no ser el modelo que alimenta la población del planeta, el modelo agroindustrial no es fiable. “Fundamentalmente, no es viable porque produce el 35 % de la totalidad de gases de efecto invernadero que derivan en la crisis climática que estamos viviendo. Por otro lado, en aproximación, consume entre 15 y 17 veces más agua, para generar alimentos que cualquier alternativa campesina o familiar. Entonces, en grandes regiones del planeta, donde el agua está en disputa porque no alcanza para las necesidades domésticas, alimentarias e industriales, sino que hay que escoger entre alguna de ellas, ya no es una opción tener un modelo que consume mucho más agua que otro”.

Resalta que el modelo agroindustrial contamina los cuerpos de agua dulce, a través de los fertilizantes y las moléculas que salen de los pesticidas y los herbicidas que utiliza. “De manera que la pérdida de agua dulce en el planeta está fuertemente relacionada con el modelo agroindustrial. Además, atenta contra la biodiversidad local y regional. Contamina los estuarios y deltas del planeta; es decir: las principales zonas muertas de los océanos del planeta están asociadas a grandes superficies del agroindustrial. De ahí, la necesidad de transitar a modos de vida agroecológicos que permitan la reproducción de la vida”.

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