Caracas, 31 de enero de 2024 (Prensa Mincomunas).- Para la investigadora de la Universidad Bolivariana de Venezuela Dayana Ortiz, necesitamos de la trama comunitaria para poder vivir; ello implica repensar nuestras formas de habitar los territorios.
“Nosotros somos sujetos que nos trascendemos a nosotros mismos en una relacionalidad histórica. Ningún ser vivo puede estar solo, ni tampoco aislado de la totalidad de la vida, porque solo no se sostiene su vida. Necesitamos de las relaciones con la vida toda. La ciudad moderna está diseñada para que nos apartemos de la vida comunitaria y seamos sujetos individuales”, dijo Dayana Ortiz, durante su intervención en el programa radial “En clave comunal”.
En tal sentido, Dayana Ortiz apuntó que las nociones de la vida comunal y las relaciones comunales “son grandes aliados para que nosotros, desde las relaciones de base, podamos empezar a repensarnos desde el territorio —así sea un territorio adverso como la ciudad construida para que no sea así—. Nosotros también producimos la ciudad, no es que ella nos determina absolutamente. Es la ciudad en disputa. Es las confrontaciones, las resistencias y las insistencias en las que nosotros podemos vincularnos y emprender en estos territorios urbanos”.
Lo civilizado, ¿lo mejor?
Según la investigadora venezolana, la visión eurocéntrica implantó en los pueblos la creencia de que lo urbano es lo civilizado, lo superior. “Hay una supremacía en el imaginario de lo que es la ciudad, un imaginario heredado que define la ciudad como espacio donde el ser civilizado hace vida, donde el habitante urbano es superior al habitante rural, al habitante del campo”.
Explicó que la ciudad es el constructo por excelencia que expresa la separación del ser humano de la naturaleza no humana. “Esto viene dado también por el hecho de considerar que todo lo que está vinculado con la producción, en el cual el ser humano comienza, metabólicamente, a fomentar el uso de los elementos de la naturaleza, donde se expresa la relación sujeto-objeto”.
Ciudad parasitaria
La investigadora venezolana recordó que, luego de la Revolución Industrial, los Estados Unidos y los países del Norte global establecen nuevos patrones urbanos, en las que surgen megaciudades y ciudades industriales.
“Ciudades como New York se establecen en el imaginario como el patrón a seguir, pero ciudades así son totalmente insostenibles, son ciudades depredadoras, que tienen metabolismos lineales: consumen muchísimos recursos y excretan grandes cantidades de residuos, consumen muchísima energía y excretan grandes cantidades de calor. Estos metabolismos lineales, que tienen esta forma determinada, son considerados como una manera de parasitar otros ecosistemas, donde hay una extracción extremada de recursos y hay una excreción de residuos, sin límites”, sostuvo Dayana Ortiz.
Dijo que la ciudad depende del campo y de todos los demás ecosistemas que están en el planeta. “La ciudad no puede subsistir por sí misma, pues trae alimentos, que no puede producir, de otros espacios. Es el modelo de ciudad moderna”, aclaró.
Destacó que los pueblos originarios de América tenían otros modos de hacer ciudad. “Uno ve la ciudad de Tenochtitlán y otras ciudades vinculadas a los grupos mexicas o a los grupos maya, y uno se da cuenta de que la forma de hacer ciudad y de construir ciudades era completamente diferente, desde otra ontología a la que nosotros obedecemos en lo que es la ciudad moderna”.
Otro tipo de relaciones
Insistió que, “desde nuestras prácticas, desde nuestros modos de habitar —y en esto la vida comunal es muy importante—, se deben ir transformando nuestros territorios. Yo parto desde que el comandante Chávez enunció los puntos y círculos, y la forma en que él explicaba cómo esos puntos y círculos debían ir irradiando en los territorios para ir generando redes de transformación, que deben partir de las mismas interacciones y relaciones. Yo las llamo ecológicas-urbanas, donde la gente hace territorialidad, desde esa perspectiva pudiese haber transformaciones. Dentro de las mismas ciudades, a nivel local, nosotros podemos empezar a llevar relaciones distintas, no solo relaciones sociales, sino también relaciones ecológicas”.
Dayana Ortiz expresó que en las ciudades el ser humano está acompañado por distintas especies de animales y plantas, “que conviven con nosotros y que, a veces, ni siquiera nos damos cuenta, pero que son redes de vida también. Si nosotros empezamos a mirarlas desde nuestras localidades y empezamos a establecer relaciones de otro tipo con ellas, pudiéramos ir transformando ecosistemáticamente esas localidades”.
“La vida biológica depende de muchos elementos para poder ser, y esos elementos para poder ser son aquellos que la sostienen y nos sostienen los demás seres vivos: nos sostienen el agua, el aire, el suelo, los minerales, los nutrientes. Nosotros, como seres vivos, necesitamos de las relaciones comunitarias, de las relaciones con la naturaleza humana y no humana”.
Parámetros heredados
Subrayó que, en Venezuela, la división político-territorial obedece a un sistema de dominación. “Nosotros en Caracas todavía tenemos las parroquias que eran impuestas por la Iglesia, dentro de ese origen colonial. Muchas veces nuestras parroquias no se corresponden con nuestras realidades, y eso lo vivimos cuando estábamos consolidando, en primera instancia, los consejos comunales. Había un gran problema para delimitar los consejos comunales, porque muchas veces nuestros territorios municipales no coincidían con las formas como hacemos vida nosotros en el territorio, como organización. A veces, tenemos una serie de parámetros que no se corresponden en realidad con lo que la gente vive, con lo que la gente construye”.
Transformar los imaginarios
Dayana Ortiz reiteró que la única manera de transformar los imaginarios heredados por el eurocentrismo, es poniendo en duda lo que creemos que somos y sabemos. “Nosotros hemos vivido un proceso de colonización intensa y esto ha venido incluso desde los programas y planes curriculares de nuestras universidades, de la forma como nos profesionalizamos. Nosotros vemos que el trabajo profesional en Venezuela está muy orientado por cánones y parámetros de otros países, sobre todo el Norte global, que son los que dictaminan cómo es la forma que nosotros vamos a ejercer nuestras profesiones dentro de nuestras realidades, que muchas veces no se corresponden con lo que, en verdad, vivimos”.
En este sentido, resaltó la necesidad de comenzar a transformar el currículo educativo. “Currículo educativo no solamente a nivel de escuelas, liceos, universidades, sino también en esas escuelas populares, de cómo los maestros pueblo, los campesinos, la gente común de nuestras comunidades ve, entiende y vive el territorio. Así podremos ir rompiendo con esas estructuras mentales heredadas. ¡Vamos a repensarnos!”.
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